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Crítica musical

Master plus ultra

El último master de interpretación operística en el CSMV, del que bella e ingeniosamente informaba el periódico The Opera Observer que hacía las veces de programa de mano, se saldó con un éxito que aún fue más allá, plus ultra, de los alcanzados por los inmediatamente anteriores, que ya fueron extraordinarios. La ópera escogida en esta ocasión fue Alcina, una colección de arias da capo compuesta por Haendel en 1735 con característica habilidad para la matización musical de las inverosímiles psicologías.

El ambiente de película de gángsters dispuesto se vio decisivamente reforzado por la proyección en alto de filmaciones en las que los protagonistas aparecían tomados con inspiración de contenido surrealista y estilo expresionista. Resumamos: precioso.

Ocupó el foso una orquesta convincentemente imbuida del estilo haendeliano por Ramón Ramírez. Éste, además, cuidó minuciosamente el equilibrio con la escena de modo que se pudiera disfrutar plenamente del puñado de excelentes voces que la ocuparon.

La soprano Luca Espinosa cantó con una nobleza de tono e intensidad expresiva que siempre despertó simpatía por el humano dolor de su en realidad odioso personaje. De instrumento más afilado, la también soprano Neus Roig dotó a Morgana de una calidez no exenta de coquetería cuando fue menester. La mezzo Anaïs Másllorens, ajustó su admirable coloratura a la sucesiva condición, masculina y femenina, de Bradamante. En Adriana Mayer destacó la capacidad para añadir lirismo al simultáneo desencantamiento de Ruggiero. El tenor Víctor Guillén fue un Oronte de timbre que se antojaba ideal para las napolitanas, la soprano Immaculada Palmi un Oberto juvenil pero firme en sus convicciones y el bajo Pedro Quiralte-Gómez un Melisso con la autoridad debida.

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