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Entrevista | Chufo Llorens

"Odio la idea tan española de hacer algo como otro"

El superventas de la novela histórica en España viaja a Barcelona en "La ley de los justos"

"Odio la idea tan española de hacer algo como otro"

Empieza con un episodio de esclavitud. ¿Hoy existe?

Evidentemente. Siempre que alguien tiene el dominio absoluto de un semejante es esclavitud, ya sea porque le ha quitado los papeles o le obliga a trabajar por el pan y la cama. Existe y existirá.

¿Cambiaría mucho la historia si conociéramos el lado oculto de la masonería?

No sé si cambiaría, pero a mí todo lo que indica misterio y sectarismo no me gusta. No se puede ir contra la historia, pero creo que si no se hubiera expulsado a los judíos este país sería hoy una maravilla, el más grande de Europa. Algo tendrán con tantos premios Nóbel. Todo ese capital humano se desperdició.

¿Por qué atrae tanto la pérdida de las últimas colonias españolas a los novelistas? ¿Hay algo de añoranza del imperio?

Añoranza del imperio no creo , sino que los novelistas buscamos un espacio de la historia donde pasen muchas cosas. En Cataluña, en concreto, es el momento único del modernismo, de tráfico de esclavos, con la Exposición Universal. Las miles de personas que fueron a construirla quedaron luego en el paro, llegó la época industrial y más paro, más anarquismo, y empiezan las bombas. En ningún sitio hubo ese fenómeno de violencia. Una Barcelona floreciente que estalló y se presentó ante el mundo.

¿Y el periodo de lucha de Cuba por la independencia se parece al actual en Cataluña?

Nada que ver. Más que nada porque a pocos kilómetros al magnate de los periódicos, William Randolph Hearst, le hacía faltar vender periódicos y montó una guerra con un presidente propicio. Las guerras siempre las ganan los que se quedan, los que quieren seguir en el país. Vale para Vietnam, Corea, Irak, Afganistán? El otro quiere volver, un día se cansa y compone una paz. Muy distinto a lo de Cataluña.

En su novela, las letras, la educación, sirven de algo para el progreso social. Hoy no sé...

Lo único que nunca te podrán quitar es lo que sabes. Dinero, influencia, te pueden ir mal; lo que sabes no lo perderás. La escuela es el arma principal contra cualquier agitación. La gente que se forma no pierde la esperanza y con ella no hay cataclismos sociales, porque la gente espera salir de situaciones malas con su esfuerzo.

Lo que es a prueba de bombas es su fidelidad a la novela histórica. ¿Por qué?

Porque cada uno ha de escribir lo que satisface su pasión. Si en mi tiempo hubiera tenido una posibilidad de trabajar como historiador lo hubiera sido. Es mi vocación frustrada. Descargo esa inquietud en los libros y procuro variar los temas que trato, porque el novelista sabe mucho de muy poco, mientras que el historiador tiene una visión global, un conocimiento de fondo.

¿La escritura le hace más feliz que el «show-business»?

Mucho más. Lo otro son relaciones sociales y comerciales, esto es meterte en un despacho sin que nadie te mande, haces lo que quieres y cuando quieres. Vivir con la que persona que quieres, trabajar en lo que te gusta y no tener jefe: eso es la felicidad.

¿Lo dejó porque se veía venir el momento crítico del espectáculo?

Tenía una sala de fiestas y orquesta. Cuando se acabó, no quise transformarla en una discoteca para ahorrar gastos. Y me fui. Tenía para la tortilla y el pa amb tomaca, y empecé con mi peripecia novelística. Pero una novela histórica son tres o cuatro años de trabajo, así que con mi edad me pienso muy bien lo próximo.

¿Quizá una novela negra, que está de moda?

No. Odio la postura tan española de hacer algo como otro, que ya lo hace mejor. Este es el país del como. Las modas, no. Me guío por lo que me gusta.

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