El Premio Nobel de Literatura Günter Grass Günter Grassha fallecido este lunes a los 87 años. El escritor y artista alemán deja un extenso y valioso legado compuesto por decenas de obras y un buen puñado de frases célebres que ahora repasamos.

Criado en el seno de una modesta familia a las afueras de Danzig, donde sus padres regentaban una pequeña tienda de ultramarinos, Grass sirvió en la fuerza aérea alemana durante la II Guerra Mundial. Tras el conflicto, estudió dibujo y escultura en la Academia de Artes de Düsseldorf y en la Academia de Bellas Artes de Berlín.

Pero fue en la literatura en el arte donde encontró su espacio. Su andadura en el mundo de las letras comenzó escribiendo teatro, pero fue su primera novela, El tambor de hojalata (1959), la que le otorgó fama y reconocimiento internacional. A su primer gran título le siguieron multitud de obras que le convirtieron en una de las firmas literarias de referencia. En 1999 se alzó con el Nobel de Literatura, un año en el que también fue reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Pero además de su indudable calidad literaria, para muchos Grass fue la voz de una generación de alemanes que alcanzaron la mayoría de edad en la Segunda Guerra Mundial y cargaron con el peso de la culpa de sus padres por las atrocidades de los nazis. La melancolía, la muerte, la responsabilidad o el deber ciudadano son algunos de los temas sobre los que versan sus citas más célebres que recordamos en este gráfico.

Sus mejores frases

  • Incluso los malos libros son libros, por lo tanto sagrados.
  • Melancolía y utopía son cabeza y cola de la misma moneda.
  • Cuando dejamos morir el bosque, las palabras pierden el sentido.
  • El deber de un ciudadano es mantener la boca abierta.
  • En estadística, lo que desaparece detrás de los números es la muerte.
  • Nada es seguro, podríamos estar subiendo y no bajando.
  • Europa no conseguirá sobrevivir sin inmigración.
  • El dinero no crea ideas, sino melancolía.
  • Cuando algo es moralmente correcto hay que defenderlo sin preocuparse de las consecuencias políticas o personales