Orgulloso y agradecido pero también entristecido por el desolador panorama cultural imperante recibió ayer el profesor, conservador de arte y presidente del Instituto Moll, Matías Díaz Padrón (El Hierro, 1935), el Premio Europa Nostra de Investigación por el exhaustivo trabajo realizado durante más de seis años sobre Anton Van Dyck, el pintor flamenco de la corte de Carlos I de Inglaterra, uno de los favoritos de la realeza y la aristocracia española del siglo XVII que soñó con suceder a su admirado Rubens en la corte imperial de Felipe IV.

La obra, publicada por Editorial Prensa Ibérica, descubre a un artista mimoso, divo y hasta impertinente que ha seducido con su interesantísima vida al jurado internacional a la hora de galardonar a las personas e instituciones que más empeño ponen en salvaguardar el patrimonio cultural de la Unión Europea.

Díaz Padrón, al igual que el resto de los 21 premiados, recogió el diploma de manos de la Reina Sofía en un acto en el que se ensalzó la dedicación sin límites, el talento y la pasión del investigador canario, una autoridad mundial del arte flamenco del siglo XVII, conservador jubilado de la colección de pintura del Renacimiento y Barroco del Museo del Prado, profesor de las universidades Complutense y Autónoma de Madrid, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y académico de la Real Academia de San Miguel Arcángel y de l´Académie Royale d´Archéologie et d´Histoire de l´Art de Bélgica.

«He logrado demostrar la presencia de Van Dyck en España, algo que siempre se había negado», celebró Matías Díaz Padrón poco antes de acceder al Museo Arqueológico Nacional donde también se entregaron los Premios Hispania Nostra. El investigador herreño, siempre polémico, aprovechó la ocasión para lamentar el pobrísimo nivel cultural de una España regida por políticos de escasa formación que no premia el esfuerzo ni el trabajo y que ha abolido la autoridad y el respeto que se debe a los sabios.

«¿Qué podemos esperar de unos estudiantes de Arte que no pisan ni el Museo del Prado?», se preguntó resignado antes de apuntar sus afilados dardos hacia el mundo del coleccionismo que tan bien conoce. Para Matías Díaz Padrón, las colecciones de arte se hacen ahora por «pura vanidad» en un ambiente dominado «por unos anticuarios que engañan como pillos y unos ignorantes que compran sin sentido común ni conocimiento». «Los anticuarios me odian», se jactó irónico.

Frente a este desolador panorama, el erudito isleño abogó por la sabiduría de los conservadores, expertos en Historia del Arte, físicos y químicos versados en la composición de los óleos que saben reconocer la valía de las obras maestras de los grandes pintores y escultores y reveló que a él le han llegado a poner sobre la mesa cheques en blanco «para certificar» cuadros falsos de supuestas grandes colecciones. «Nunca lo he hecho porque nunca me he corrompido», aseguró orgulloso y dispuesto a seguir plantando batalla con los polémicos resultados de sus investigaciones. La última, centrada en un retrato del III duque de Alba atribuido a Tiziano, ha resuelto que la obra de 99 por 81 centímetros que cuelga de las paredes del Palacio de Liria no es del genial renacentista veneciano, sino del flamenco Willem Key.