Encarnación Paniagua puso en marcha en 1994 el primer programa para bebés en una biblioteca en Castilla-La Mancha. Dos décadas más tarde esta bibliotecaria afirma que aquellos niños son hoy adultos lectores y dice con satisfacción: "un libro les acompaña siempre".

La experiencia de Paniagua en la biblioteca pública de Guadalajara es un ejemplo de cómo conseguir importantes objetivos con trabajo, ilusión y constancia, y también de lo que se puede conseguir partiendo de una iniciativa que buscaba un primer contacto del recién nacido, y sobre todo de sus familias, con el libro.

En una entrevista con con motivo del Día del Libro, esta bibliotecaria de Guadalajara ha explicado que aquella actividad arrancó porque a comienzos de los noventa la biblioteca solía organizar un acto singular coincidiendo con el Día del Libro, y entregaba el carné de la biblioteca a un colectivo concreto con la idea de acercar a esos ciudadanos a la lectura.

1994 fue el Año Internacional de la Familia y como forma de acceder a familias idearon solicitar en el Ayuntamiento el censo de los niños nacidos desde el 23 de abril de 1993 hasta el mismo día de 1994 y se contactó con los padres para mandarlos el carné de la biblioteca.

"La sorpresa era grande, algunos niños acababan de nacer y los padres estaban entusiasmados con el carné que les entregábamos", recuerda Paniagua.

Precisamente ese año la biblioteca había incrementado sus fondos en libros para las primeras etapas, de tela, de plástico y de colores vivos, y pensaron que, además, hacía falta una actividad concreta destinada a las familias con niños pequeños.

Quince bebés, catorce madres y un padre

Encarnación buscó información, encontró que una biblioteca municipal del País Vasco ofrecía una bebeteca y habló con ellos para poner en marcha un servicio similar en Guadalajara, aunque adoptaron el nombre de 'pequeteca' en lugar de la bebeteca que tiene en otras bibliotecas de Castilla-La Mancha y España.

Empezó con quince bebés, catorce madres y un padre que se reunían un día a la semana durante dos horas y que llegaron a ser un grupo de amigos.

Además de canciones, cuentos y juegos para los bebés, incluía una pequeña charla con los padres sobre los libros que había para esa edad y los fondos que tenía la biblioteca porque se dieron cuenta de que "a través del niño, madres que nunca antes habían venido a la biblioteca, empezaron a venir".

Un caso que Encarnación recuerda con cariño fue una madre adolescente que tuvo dos hijos muy seguidos y que había dejado el colegio. En la biblioteca comenzó a leer, retomó los estudios, cursó una carrera y encontró una profesión y un trabajo.

Durante los primeros años, aquella biblioteca infantil estuvo en el Palacio del Infantado de donde pasó al Palacio de Dávalos en 2004, que tenía más espacio y posibilidades para ofrecer más sesiones con los bebés.

A los tres años de iniciar el proyecto tuvieron que ampliar el número de sesiones y empezó a haber familias interesadas que ya no encontraban plaza porque la demanda era grande.

Paniagua subraya que tanto la 'pequeteca' como el maratón de cuentos, en el que también participaban estos padres con sus bebés, ha hecho que se acerquen a la biblioteca "abuelos, tíos, vecinos...".

Veinte años después, la bibliotecaria asegura que "todos, o casi todos por no decir todos, son lectores. Han ido fenomenal en el colegio y el libro les acompaña siempre. Un noventa por cien, por no decir el cien por cien, son lectores".

Después de muchos años, Encarnación Paniagua ya no está en la sala infantil de la biblioteca de Guadalajara, sino en la hemeroteca, pero sigue viendo a esos jóvenes que se iniciaron al poco de nacer en el mundo del libro.