Hubo que convencer a Disney para que estirara el presupuesto y decidiera mover todo el equipo de una superproducción hasta Valencia. Así lo contaba el propio director de Tomorrowland, Brad Bird, que ensalzó el estilo de Santiago Calatrava. «Es muy poco convencional, tiene como formas naturales. Cuando lo ve, la gente no sabe qué es real y qué no lo es», comentaba el cineasta. El propio Bird desveló el origen del vínculo entre la ciudad del mañana y Valencia: «Buscábamos arquitectura futurista y estuvimos estudiando arquitectos incluso del siglo XIX; yo había grabado también ante un puente de Calatrava en Misión Imposible —la cuarta entrega, Protocolo fantasma, está dirigida por él— y sabíamos que había varios edificios suyos dispersos por España. De repente un día los productores vieron en un anuncio lo que hay aquí y se les encendió la luz».

En ese instante, aseveraba Bird, decidieron que el futuro pasaba por Valencia. «No nos explicamos cómo es posible que nadie hubiera rodado aquí», exclamaba el director, y añadía que espera traer algún otro rodaje a Valencia, un escenario futurista real, «mucho mejor que tener a los actores rodando ante una pantalla».

El propio director justificó el hecho de que haya pasado tanto tiempo entre el rodaje de la película y el propio estreno, alegando que el retraso en el estreno de la secuela de Star Wars fue el que movió la fecha de Tomorrowland. «Necesitaban otra gran apuesta para este año y fue nuestra película, que estaba preparada para salir hace seis meses. Este tiempo nos ha servido para mejorar los efectos especiales», explicó el director. Precisamente esa continuación de la saga galáctica es a la que renunció el propio Bird para entregarse a una obra original como Tomorrowland, una producción en la que hay invertidos tantos dólares como expectativas, y que se asoma al público con el riesgo de no estar respaldada por un cómic o una saga. «No me pertenece a mí el valor de llevar adelante esta película, sino a Disney, por decantarse por un producto original. Estos títulos son necesarios, son los que alimentan la industria», remarcó el director, encantado de que su película se consuma como un producto de puro entretenimiento en el que subyace un mensaje de cierto calado. «Parece que estamos hablando de algo muy serio pero se trata de pasarlo bien y después darle la vuelta a ciertas cosas», puntualizaba Bird.

El Levante-Barça de Robertson

Hay dos cosas que la joven protagonista de la superproducción recuerda de sus casi dos semanas en el invierno de 2014 en Valencia. Una es la paella. La otra es el fútbol. «Nunca había visto un partido y fue una experiencia increíble», enfatizaba Robertson, que sin embargo tuvo un pequeño lapsus. Ella aludió a un partido entre el Valencia y el Barcelona, pero fue al Levante al que vio jugar en la ciudad contra el equipo de Messi y compañía. La más entusiasta del grupo era Raffey Cassidy, la niña que interpreta a un robot en la película y que exclamó que la Ciutat de les Arts le pareció «chulísima».