Un hecho que va a tener consecuencias a todos los niveles. Unas consecuencias de las que no escapará el mundo taurino, ya de por sí en un estado de crisis permanente a lo largo de los últimos tiempos.

Lo cierto es que los llamados estamentos taurinos deberán apretarse los machos y coger al toro por los cuernos, porque todo parece indicar que muchos de los gobiernos municipales que acaben por conformarse, tendrán el tema de los toros muy alejado de sus planteamientos. O incluso quizá en el punto de mira, para tratar de darle un golletazo en el brazuelo. Y si la fiesta de los toros ya tenía media en las agujas hace tiempo, ahora, cuando lleva años barbeando en tablas, es de confiar que pese a todo no le logren dar la puntilla definitiva. Aunque se antoja que las declaraciones que muchos están haciendo sobre los toros tienen más peligro que un Miura.

Y a que el toreo se mantenga en pie no va ayudar demasiado el hecho de que más de un político relacionado con la fiesta de los toros se haya visto asomado al balcón de la polémica. O, al menos, de presuntos manejos aparentemente confusos, por emplear un eufemismo. Y a más de uno, con el nuevo resultado electoral, le van a dar el tercer aviso y posiblemente le echen el toro al corral. Después, eso sí, de haber quedado peor que la célebre tarde de Cagancho en Almagro. Como consecuencia, en algunos sitios ya ha empezado la rumorología y el ruido de sables. Y en breve puede haber noticias sorprendentes. Al tiempo.

Con todo, no se puede pinchar en hueso y por ello, ahora es el momento de que el taurineo no haga novillos, ni que recule buscando el abrigo en tablas, ni que escarbe. Al contrario. Se impone que se líe con determinación el capote de paseo y se salga a los medios con gallardía. Es momento de venirse arriba. De dar la cara. De tratar de buscar y ofrecer una fiesta auténtica, atractiva y modernizada. Y, sobre todo, de verdad, pura, cercana y asequible al aficionado. Aunque los políticos no lo van a poner fácil, ni mucho menos. En estos momentos, lo más fácil sería salirse de najas o dar la espantá. Pero, en las dificultades, es cuando se calibra de verdad a los buenos toreros.

La fiesta de los toros ha de estar preparada para que traten de darle un bajonazo en cualquier momento. No ya un puyazo, que ese sí que lo necesita. Pero sí un sartenazo que la ponga patas arriba. Por eso ahora es el momento de no esconder la cabeza bajo el ala, ni de taparse detrás del burladero. Es ahora cuando todos los componentes de la fiesta deberán tratar de lidiar el toro que acaba de saltar a la plaza con la mejor de las disposiciones, en lugar de quedarse a verlas venir tapados dentro del callejón.

A la fiesta van a tratar de darle largas cambiadas desde ayuntamientos y diputaciones aunque, dentro de este sombrío panorama, hay que intentar agarrarse a cualquier clavo ardiendo. Como lo es el hecho de que el Partido Nacionalista Vasco, una vez ha ganado las elecciones del pasado domingo en la capital guipuzcoana, haya confirmado oficialmente que volverá a haber toros en San Sebastián, revocando la decisión que en su momento tomó el consistorio gobernado por Bildu. Es de esperar que esto no quede más que un brindis al sol.

Porque actitudes como ésta son las que hacen falta a una fiesta que necesita más que nunca que le echen un capotazo, o que le hagan más de un quite. Porque si no, en más de un sitio, la tauromaquia puede quedar para el arrastre y presta a que se la lleve el tiro de mulillas al desolladero. Aunque por peores momentos se ha pasado a lo largo de la historia. Y siempre se salió adelante.