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Audiciones

"¿Qué músico no quiere volver a casa?"

25 aspirantes a una sola vacante de trompa abren las audiciones para entrar en la orquesta del Palau de les Arts

"¿Qué músico no quiere volver a casa?"

Un músico sale de su celda en la colmena de cemento que es el Palau de les Arts, donde lleva ya ensayando media hora con su trompa. Aún queda una hora más para su audición, calcula, y trata de mantener la cabeza despejada. Va de aquí para allá estirando los brazos y al poco regresa a su cubículo. Justo entonces emerge el primer aspirante de la sala central, después de media hora de escrutinio delante del jurado presidido por uno de los directores musicales del Palau, Roberto Abbado. «Me han hecho repetir muchas cosas, y eso puede ser bueno o malo: no sé si es que no les convencía o querían escucharme más». Lo dice Guillem Canós, músico de Albuixech que ha venido desde Alemania, donde tiene puesto en la orquesta de ópera de Mönchengladbach, pero «quién no quiere volver a casa».

Guillem es uno de los seis finalistas para la vacante de trompa en la orquesta del Palau que han quedado tras la criba de la mañana, donde veinticinco aspirantes se examinaban resguardados por un parabán, para que el jurado no les reconociese. Por la tarde las pruebas son al descubierto. «Impone más cuando te ven aunque ellos te hablan con tacto; en cualquier caso lo peor es la espera, no saber cuando te toca», cuenta David Cuenca, de treinta años y de Buñol, que oposita para una plaza en, según él, «una de las mejores orquestas de España, si no la mejor». Los que le tratan con tacto son el jurado, compuesto fundamentalmente por músicos de la propia orquesta y entre los que, por la tarde, no ha podido estar el intendente, Davide Livermore, que sí acudió por la mañana.

Tras la sala de audiciones esperan dos maestros repetidores, José Ramón Marín y Stanislav Angelov, quienes acompañan a piano la primera parte del examen, en este caso el Concierto número 3 de Mozart. Llevan desde las nueve de la mañana asistiendo a los aspirantes y estarán hasta el final de las audiciones, el 14 de julio. «Y en tensión, porque si metes la pata puedes fastidiar al candidato», comenta Marín. No hay ventanas ni relojes en el laberinto del Palau, y el tiempo es espera. El tercer candidato abandona la sala. «He entrado muy nervioso y me he ido tranquilizando; ellos te calman porque quieren al mejor, así que no les interesa que estés temblando». Es Miguel Martín, de Valencia, y solo tiene 22 años.

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