Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crítica musical

Sugeridor, onírico y bastante frío

Así como el pueblo de Israel abandonó a su dios para rezar a los falsos ídolos tras la muerte de Josué, es sabido los franceses abandonaron el rock cuando la década de los setenta daba sus primeros pasos. No vamos a decir aquí que el país vecino sea un páramo en lo que se refiere a mover las caderas alante y atrás (que cantaban los Burning), pero díganme al menos tres rockeros franceses vivos que no tengan más de 70 años y botox para parar un tren, y les invito a un algo.

Así pues no es que yo esperara ver a los Zeppelin sobre el escenario de los Viveros el pasado viernes, pero sí me hubiera gustado que el concierto del bretón Yann Tiersen hubiera ofrecido un poco de alegría al respetable. Y más sabiendo que hace unos años Yann se pasó por el FIB y no dudó en coger la guitarra eléctrica y hacerla sonar con salero, e incluso se permitió dar unos saltitos, que para algo estaba en un festival.

No nos engañemos, Yann Tiersen hace la música que hace, lo suyo no es el «Hey ho, let's go» y quizá el problema fuese mío, que llegué al concierto bebiendo todavía los vientos por Imelda May. Pero cuando vi que el público „que había empezado de pie„, se fue en la quinta canción a buscar sillas de plástico para acomodar las posaderas, me dije a mí mismo: amigo, hoy es viernes pero no toca bailar. No pasa nada, cierra los ojos y disfruta de los pianitos de juguete, de los violines deshilachados, de esa batería siempre a un plis de desbocarse, de esa voz cachondona y pregrabada que recita no sé qué cosa en francés... Pero no era fácil. Cuando uno empezaba a meterse en el rollete sugeridor y onírico de la música de Yann, en esas melodías evocadoras para aspirantes a Audrey Tautou casi cuarentañeras, la canción paraba de repente y, como si tuviera mucha prisa, la banda pasaba a otro tema.

Tampoco es que los oyentes (que lo más que se habían movido fue para sacar los móviles e inmortalizar el par de veces que el artista les regaló una pieza de la BSO de «Amelie») se desgañitaran al grito de «otra, otra» cuando Yann dijo educadamente adiós muy buenas al terminar los bises. Fue un concierto más bien frío, aunque con la «ponentà» que hacía tampoco nos vino mal.

Compartir el artículo

stats