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Danza

"Nunca se tiene todo para ser perfecto en el ballet"

Yonah Acosta, bailarín principal del English National Ballet, debuta esta tarde en Valencia en la gala final del curso EnDanza - «El apellido pesa, porque no me ven por mi nombre, sino como el sobrino de Carlos Acosta»

"Nunca se tiene todo para ser perfecto en el ballet"

Unas zapatillas negras muy gastadas descansan sobre sus piernas cruzadas. Pura fibra. Unas botas calentadoras resguardan sus pies. A unos metros, su compañera en el English National Ballet (ENB) Laurretta Summerscales pone a punto sus músculos en la barra. Llegan los sonidos del aula contingua. Alumnos del curso intensivo Valencia EnDanza ensayan, mientras esperan una demostración de los recién llegados de Londres. Hoy actuarán junto con otros bailarines internacionales en la gala anual del curso (Espai Rambleta, 19.00 horas), con fines benéficos.

Yonah Acosta, cubano de 25 años que hace casi cinco llegó a la capital británica sin saber inglés ni costumbres de las húmedas islas, es hoy bailarín principal del ENB, una de las grandes instituciones mundiales de la danza clásica, que dirige la española Tamara Rojo. Esta es su primera, y breve, visita a Valencia.

Su apellido le precede —es sobrino de Carlos Acosta; para muchos el mejor bailarín vivo, ahora en proceso de retirada— y él lleva años luchando por ser Yonah.

«El apellido ha sido bueno porque abre muchas puertas y todo el mundo quiere verte cuando lo oye. Pero ha sido malo al mismo tiempo y pesa, porque la gente no me ve por mi propio nombre, sino como el sobrino de Carlos», explica.

Al principio compartieron casa. Ahora «nos relacionamos también mucho, pero cada cual tiene su vida», afirma.

En ambos destaca su poderío físico, un rasgo muy del estilo cubano. Yonah comenzó en La Habana con diez años y pierde la cuenta si intenta calcular cuántas horas ha dedicado a entrenar. «En Cuba empezábamos a las 8 y no terminábamos hasta las seis o las ocho de la tarde, a veces ni siquiera había tiempo para almorzar, ensayo tras ensayo? Así ha ido mi vida».

Repetir, repetir y repetir hasta acercarse a la perfección, pero solo rozarla, como mucho, porque «nunca se llega a ella. Para ser perfecto has de tenerlo todo y no nacemos con todo».

¿Qué incluye ese «todo»? «Físico, salto, giro, expresión, corazón? Todo? Bonitos pies, bonitas líneas? Hay quien nace con muchas cosas, pero siempre falta una parte de algo» contesta.

Las coreografías de Petipa cumplen 150 años y siguen en los escenarios. Para algunos quedan muy lejos, son algo antiguo. Yonah Acosta cree que «es erróneo pensar eso, porque es un clásico, un mito», que va a perdurar, como lo hace Cervantes.

El sueño es bailar en Cuba

Ser una figura de la danza clásica no es ser una estrella de masas. El bailarín principal del English lo prefiere así, porque «llegar a ese nivel significa no disfrutar de tu vida, que pasa a depender de otras personas. No me gustaría».

La madurez de pensamiento la demuestra también al hablar de su «extrañada» Cuba. Alcanzado el sueño de llegar a principal del ENB, su próxima meta es bailar en su país con el Ballet Nacional de Cuba. Va dos o tres veces al año a la isla, pero no ha bailado en público desde que se fue. Puede hacerlo, no se lo han prohibido, y ya tiene planes al respecto.

Cuba no le duele, afirma, después de tantos cambios, que «tenía que haber pasado hace mucho, pero no pasaron?» Combina optimismo con prudencia al hablar del futuro de su país: «En un máximo de cinco años va a ser una Cuba diferente, pero hay que tener un poco de cuidado. No me gustaría que todo se abriera muy rápido, porque sería un caos y los cubanos serían los mayordomos de las casas de otros, ya que ellos no tienen capital para invertir».

Para Tamara Rojo solo tiene elogios, por su lección de tenacidad. «La perseverancia de querer ser más —se explica—, que hacía mucho tiempo que no se veía en la compañía, incluyéndome a mí. En Cuba sí la tenía, pero me fui relajando un poco en Londres, hasta que llegó ella».

Sus únicos temores pasan ahora por una lesión en la rodilla. Para que no suceda, pide quince minutos al fotógrafo antes de pisar el inóleo para los jóvenes estudiantes de danza.

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