La feria de julio de Valencia tuvo un claro triunfador. En la corrida de Miura Rafael Rubio Rafaelillo dio todo un curso de toreo bueno y auténtico. No de puesta en escena, ni de escenografía al uso, ni de ponerse bonito, sino de profesionalidad, saber estar, oficio, vergüenza torera, todo ello revestido de un aire belmontino y de añejo lidiador. Se sobrepuso a las complicaciones de los tres toros de su lote y tan sólo el mal manejo de las armas toricidas le impidió abrir la puerta grande. En este mismo festejo, el sevillano Manuel Escribano puso mucha voluntad, lo dio todo, se fue a porta gayola y banderilleó con exposición, pero anduvo a años luz del murciano. Estuvo compuesto ante el manejable sobrero del Ventorrillo, pero no pasó de la disposición ante los otros dos. La escalofriante voltereta que se llevó contribuyó a que sus manos fuera parar una oreja.

Abrieron la puerta grande Sebastián Castella y José María Manzanares, aunque la cosa se pasó de frenada en cuanto a la concesión de trofeos. El alicantino anduvo elegante y compuesto y con mucho boato, aunque también escasas apreturas ante un bravísimo ejemplar de Núñez del Cuvillo. El francés muleteó con firmeza y pisó terrenos de compromiso y cercanías ante otro interesante astado de la misma ganadería. Del resto de los matadores, Talavante firmó un buen trasteo, Finito dio algunos muletazos de extraordinario trazo en dos faenas de escaso relieve rematadas con un mitin con los aceros, y en cuanto al Morante Tour, aparcó en la puerta de la plaza y poco más.

Respecto al resto de los actuantes, el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza dio un curso de toreo a caballo ante dos variados ejemplares de Fermín Bohórquez. Y del sexteto de novilleros, Cristian Climent se convirtió en el triunfador de la feria por una actuación segura, de ilusionada entregada y en novillero. Álvaro Lorenzo mostró una extraordinaria madurez y sazón, en tanto que Varea dio buenos muletazos a un novillo contra estilo. Posada de Maravillas anduvo empacado pero superficial, Jorge Expósito no tuvo su tarde y Fernando Beltrán tampoco acabó de hacerse el ánimo del todo. Y en el festejo sin picadores, el malagueño Juanjo Romera mostró oficio pero muy poco valor, el castellonense Sedano Vázquez exhibió excelente corte y Juan Antonio Navas anduvo seguro y firme.

Por lo que se refiere al plano ganadero, la corrida de Miura tuvo variedad y diversidad en su presentación y también en su juego y siempre interesó a los aficionados. Dio espectáculo la noche de la desencajonada, en la que uno de los toros mató a uno de sus hermanos. El encierro de Núñez del Cuvillo ofreció varios toros de nota, sobre todo «Astusito», un bravísimo ejemplar que fue premiado con la vuelta al ruedo. Los de Victoriano del Río dieron escaso juego. Los novillos de El Ventorrillo tampoco alcanzaron grandes cotas salvo «Hilandero», y los erales de Manolo González resultaron complicadillos.

En cuanto a la asistencia de público, que se mostró muy festivo y generoso, el sábado 25, con Manzanares y Hermoso de Mendoza en cartel se registró la mejor entrada, con tres cuartos del aforo cubiertos. Decepcionante fue la asistencia de espectadores en la corrida la terna de artistas, y también para la «miurada» en la que apenas se cubrió la mitad del aforo, al igual que en la novillada y la desencajonada.

Entre los subalternos, se lucieron con los palos Juan José Trujillo, Curro Javier, Rafael Rosa y Luis Blázquez. El único espada en hacer doblete en la feria fue Víctor Manuel Blázquez en su calidad de sobresaliente. Se mostró muy oportuno y extraordinariamente bien colocado en quites e incluso se lució en dos artísticos, sobre todo en la corrida de miura, en la que dio dos verónicas y media con mucha cadencia y ritmo. Esto le ha valido una distinción de la Asociación de Amigos de Manolo Montoliu-Curro Valencia, quienes también han galardonado esta temporada a Javier Rodríguez y tributarán un homenaje a la memoria del doctor Felipe de Luz.