Habas, higos, aceitunas, cebada, trigo, carne de oveja, ciervo y conejo. Todo ello regado con vino servido en preciadas cráteras griegas, decoradas con escenas de banquete. Así fue el festín que los moradores del poblado ibérico de la Bastida de les Alcusses (en el término actual de Moixent) se regalaron en torno al año 375 antes de Cristo „la fecha se sabe por las vasijas griegas, típicas de esa época„ para celebrar la renovación de la entrada principal de la fortaleza. Acabada la fiesta, los restos del banquete fueron dispuestos en una de las entradas del oppidum junto con el conjunto de armas de cinco guerreros y con todo ello hicieron una imponente pira, conmemorativa de aquel día grande.

Los restos de esas armas se encontraron en 2010, en las campañas arqueológicas que el Museu de Prehistòria de València realiza periódicamente en el yacimiento, uno de los más fecundos desde hace casi un siglo: en 1931 fue hallado allí la figura icónica del guerrero de Moixent.

La restauración posterior y la investigación realizada hasta ahora „se publicará en el próximo número de la revista científica Trabajos de Prehistoria, editada por el CSIC„ han permitido descubrir el carácter ritual de esta deposición de armas, algo desconocido hasta la fecha en la cultura ibera.

«No hay nada igual en todo el mundo ibero y casi diría en el Mediterráneo occidental», subrayó ayer el codirector de la excavación, Jaime Vives-Ferrándiz.

El arqueólogo presentó los materiales restaurados, que se exponen en la sala dedicada a la Bastida en el Museu de Prehistòria, junto con la directora del centro y responsable también de la excavación, Helena Bonet, y el diputado provincial de Cultura, Xavier Rius.

La secuencia del gran ritual se ha podido establecer porque los elementos fueron inutilizados „las armas fueron fragmentadas y dobladas antes de ser quemadas„, como es habitual en las celebraciones litúrgicas, y porque se colocaron junto a tablas y herrajes de la puerta.

La pregunta que surge al final es por qué. ¿Por qué aquellos habitantes del cerro de la Bastida de les Alcusses en la Serra Grossa realizaron aquel gran festín por una renovación de una entrada que no era muy vieja (la puerta antigua y la nueva se encuentran en el mismo estrato arqueológico)?

No hay respuesta, por ahora, afirma Bonet. Quizás hubo una destrucción. Quizás hay detrás una cuestión de poder dentro de la comunidad ibera. Lo que está claro es que hubo «una intención de dejar memoria» de un hecho colectivo, apunta Vives-Ferrándiz.

Lo que cuenta también sobre el posible significado de aquel acto es que el uso de las armas quedaba reservado en la cultura ibera para los más poderosos de la comunidad. Y lo encontrado en este depósito ritual son cinco panoplias completas de guerrero, compuesta por falcata (espada de un solo filo), escudo y dos tipos de lanza. Se puede pensar en cinco líderes de la comunidad a un mismo nivel.

En todo caso, observado desde el siglo XXI, el valor del descubrimiento es «extraordinario», a juicio del arqueólogo, porque «permite identificar rituales que hasta ahora solo se habían constatado con un valor funerario». Es la primera vez que el fuego y la inutilización de armas se detectan en un rito público.