«Paquirri pudo haber muerto en el ruedo». Con esta crudeza se manifestaba ayer el doctor Enrique Crespo, cirujano jefe de la plaza de toros de Huesca, quien intervino a Francisco Rivera de la gravísima cornada sufrida el martes en esta plaza. «Es una herida terrible. El toro lo pudo matar. Si el pitón, en vez de disecar o contundir la arteria ilíaca o aorta las hubiera roto, estaríamos hablando ahora mismo de una tragedia».

El toro Traidor, del hierro de Albarreal, cogió a Rivera al torearlo con el capote en la primera corrida de la feria de la Albahaca de Huesca. El diestro, quien entró consciente en la enfermería, fue operado durante más de dos horas de una herida con dos trayectorias de 25 y 40 centímetros en la cavidad abdominal que, entre otros daños, disecó las arterias aorta e iliaca, afectó al colon, y lesionó la vértebra L3.

El espada , según su apoderado, José Cutiño, pasó la noche tranquilo y sin fiebre. A pesar de la gravedad de su situación, el torero recuperó la consciencia tras la intervención y pudo hablar unos minutos por teléfono con su mujer.

Los médicos se muestran cautos ante el riesgo de infecciones por lo delicado de la zona y también por la contusión vertebral, para la que hay que esperar un más completo examen. «Hay que fijarse un plazo un plazo de 48 horas, ya que pueden aparecer trombos, infecciones y graves complicaciones debido al lugar donde se encuentra la herida. Y hay que hacer un scaner para descartar una posible lesión vertebral. Aunque de momento haya pasado la noche tranquilo, su estado sigue siendo de extrema gravedad. La cogida recordó a la que sufrió su propio padre en la plaza de Pozoblanco, que le costó la vida», dijo.