Desde hace varios meses, las noticias sobre el estado de salud de Angelines López Segovia, conocida artísticamente como Lina Morgan, eran desalentadores, pues llevaba tiempo ingresada en una clínica, donde hasta hace escasas fechas ocupaba la UCI, de la que este fin de semana se dijo que había salido para pasar a planta. Pero el triste final era de esperar, como así ha sido. La ausencia de Valencia el pasado fin de semana nos impidió poder comentar en estas páginas recuerdos de sus comienzos, antes de hacerse empresaria y estrella de La Latina, en Madrid. Y ahora queremos evocar historia de medio siglo atrás. De 78 años de edad, con catorce ya se inició en el espectáculo, y mediada la década de los cincuenta ya era habitual en el conjunto de «Los chavalillos de España», para pasar en seguida a compañías de variedades y de revista.

En Valencia ya actuó muy frecuentemente en esa época. De segunda vedette en compañías de revista, formó pareja en ese puesto junto a otra compañera, Mary Santander, pero en seguida se fijó en ella un autor, director y actor valenciano -aunque accidentalmente nacido en La Habana-, Adrián Ortega, que la promocionó rápidamente, pasando pronto a las compañías del empresario Matías Colsada, y en la cartelera de muchas de sus revistas recorrió toda España. En el Teatro Ruzafa llenó muchas temporadas, y después volvió encabezando cartelera con el también inolvidable Juanito Navarro.

A finales de la década de los cincuenta, este cronista, joven periodista entonces, llevó a la vedette Lina Morgan a su programa semanal «Tertulia de artistas», que se celebraba en la sala de la hoy desaparecida cafetería Hungaria y se transmitía por Radio Juventud, emisora establecida en Burjasot. Lina acudió con el humorista Cassen.

Pero su ascenso era vertiginoso; y con una mediana fortuna ahorrada, y sobre todo con el apoyo de su hermano José Luis, que era un lince para los negocios y la administración, se hizo cargo de la empresa del Teatro de La Latina, en Madrid, en el que fue cabecera hasta hace unas temporadas, cuando lo traspasó por el fallecimiento de su hermano. Pues era tal la capacidad y entrega de éste, que ella nos confesó en alguna ocasión: «Yo no me preocupo más que de salir a escena; todo lo demás lo hace José Luis: él me compra la ropa, el calzado, contrata a la gente y lleva todo el trabajo administrativo».

Hace pocos años, la Casa del Artista en Valencia le dedicó un homenaje multitudinario, al que se sumaron numerosas figuras de la escena española desplazadas especialmente.

Lina Morgan rodó numerosas películas; pero lo suyo era el escenario y para ella tener al público cerca suponía todo: Por eso cantaba siempre el estribillo que finalizaba así: «Gracias por venir». Gracias, Lina, por haberte tenido enfrente.