El robo de la semana pasada laceró aún más la imagen de un museo que se presenta con extrema fragilidad, expuesto ya sea a un saqueo o a un resfriado. Un mes ha pasado desde que el problema con el aire acondicionado —las altas temperaturas estaban deteriorando obras de Van Dyck o Sorolla— acabara con la destitución de la anterior directora, Paz Olmos, momento en el que conselleria anunció el mecanismo de renovación del museo: dirección provisional y concurso público para encontrar a un nuevo titular. El secretario autonómico de Cultura, Albert Girona, deslizó entonces una estimación: tres meses desde el nombramiento del director provisional hasta dar con el responsable definitivo.
El problema es que aún no se ha llegado ni al paso previo. De momento la pinacoteca permanece sin un director siquiera provisional, y solo se nombró al gerente, Miguel Ángel Piqueras, al tiempo que conselleria permanece directamente al mando. Mientras, sigue sin resolverse el destino de Paz Olmos. La exdirectora, disconforme con la reubicación, presentó alegaciones contra la propuesta de Función Pública y su nuevo puesto de trabajo sigue siendo una incógnita, algo que complica la puesta en marcha del nuevo San Pío V, si bien desde Cultura se señala ahora que sí se podría nombrar un director provisional sin que se haya resuelto el traslado de Olmos. En cualquier caso, hay más factores pendientes hasta llegar al nuevo inquilino en el Museo de Bellas Artes: el concurso público para escoger al director definitivo se realizará después de que se haya elaborado el manual de buenas prácticas que rija también los procesos abiertos para la elección de director en todos los museos de titularidad autonómica. Desde conselleria se señala a que ese pliego estaría disponible a finales de septiembre. A partir de ese momento, el proceso de selección sí podría ajustarse a lo expresado por el secretario autonómico.
La situación de vacío no es nueva en la pinacoteca. La propia Olmos ocupó el puesto de rectora interina durante casi un año entre 2010 y 2011, cuando era directora general de Patrimonio, y antes de que Camps la pusiera al frente del museo de manera definitiva. La etapa de Olmos se inició entonces de manera polémica, al convertir su puesto en un cargo político. El cambio de perfil que persigue el nuevo gobierno puede demorarse más de lo esperado.
