Liviana, colorida, desprejuiciada. Estos adjetivos sobre Los exiliados románticos vienen de los propios responsables de la obra, que en sintética lucidez resumen: «Es una película que funciona con una cerveza en la mano». Lo dice Alberto Sedano, de Cine Binario, la distribuidora que tiene gran parte de la culpa „el 50%, más o menos„ de que la película haya escogido un camino sinuoso hasta llegar a las salas de cine: una gira veraniega por doce ciudades y en espacios al aire libre. A veces consiguen reunir en una proyección más gente de la que soñarían con juntar en total en el circuito tradicional.

Hoy, la gira de Los exiliados románticos culmina en Valencia como parte de la programación de la Filmoteca d'Estiu antes del salto a las salas convencionales y dice Sedano que el estreno ambulante habrá servido para que ese salto no sea al vacío: «No paran de salir noticias en medios locales y eso nos ayudará a la hora de entrar en los cines comerciales».

La idea le sobrevino al director como si le apareciera una peca, sin más. «Lo que nos proponíamos durante el rodaje lo íbamos haciendo. No había trazada ninguna estrategia comercial y, quizás, si lo pensamos dos veces no lo hacemos. Ha sido una película hecha a impulsos», reflexiona Jonás Trueba, a quien durante un día de grabación se le escapó en broma que la película «solo debería estrenarse en cines de verano». Bien es cierto que esta concepción del cine como brisa y verbena parte de la misma esencia del film: tres amigos en una furgoneta rodando por Francia intentando cerrar historias inacabadas, doce días de rodaje, presupuesto improvisado y recursos escasos, la amistad tiñendo la trama y el sol en la cámara. «Pensamos que a la película le iría muy bien que se la asociara al verano». Ese fue el razonamiento definitivo que les llevó a lanzarse.

«Está contada casi por viñetas, como una novela gráfica y sin un argumento muy pesado», aclara Trueba. Sin embargo, el director huye cuando se le cuelgan etiquetas socorridas, como cine indie o cine hipster. «No me siento dentro de estas culturas urbanas. Es una fórmula que se asocia a clichés visuales. En ese sentido yo hago algo casi primitivo, no tengo ninguna pretensión de ser moderno», se escurre.

Tampoco quiere el director sentar cátedra: «Siempre estamos acogiéndonos a fórmulas. Lo que se puede aprender de esto es que cada uno tiene que buscar la manera de comunicar su película. Nosotros pensamos que esta era la manera más honesta».

Cines Babel, destino final

Tras la gira llegará el paso de madurez de la película, ya bajo techo. A partir del 11 de septiembre será el momento de comprobar en los cines convencionales si el boca-oreja ha calado durante estos meses y el verano se estira unas semanas más. De momento se han distribuido quince copias, una difusión modesta que en Valencia busca colarse en los cines Babel. «Es muy difícil distribuir en España, tienes que pagar un impuesto alto por digitalización. Si tu película dura una semana en cartel y la ven cincuenta personas pierdes dinero», tercia Trueba. Con una inversión nula en publicidad, el chispazo de ingenio en la distribución previa puede marcar la diferencia para sobrevivir en la jungla de las salas.