Casar Pinazo es un hombre rescatado. La llamada del San Pío V le llegó tras más de veinte años dentro del funcionariado, una carrera en la que había puesto un paréntesis en 2008 en forma de excedencia para abrir un despacho que cerró a principios de este mismo año, «por la difícil situación económica y porque ya se habían terminado varios proyectos», afirma. También reconoce que había oteado un cambio político para la primavera. «Quería ver si podía colaborar». Así que tras ocho años regresó como jefe de servicio de Promoción Cultural.

Fue en su anterior etapa cuando conoció el purgatorio de la administración. Ocurrió en 2001. Entonces llevaba siete años como arquitecto de la Generalitat y ocupaba el cargo de inspector de Patrimonio. Dos movimientos le situaron entonces en la diana de la conselleria de Cultura. Primero fueron sus informes contrarios a la construcción de un hotel que perseguía el empresario Antoni Mestre en el solar de jesuitas, asunto que acabó en los tribunales „la querella de Mestre quedó archivada. El otro tema que le dejaría marcado ante sus superiores fue su dictamen desfavorable al Plan del Cabanyal, la bandera urbanística del gobierno de Rita Barberá que suponía partir el barrio en dos y que precisamente ha sido arriada con el cambio de mando en el consistorio.

La presión del delegado de urbanismo del ayuntamiento entonces, Miquel Domínguez, hizo que la directora general de Patrimonio, Carmen Nácher, lo apeara del puesto para resituarlo como arquitecto básico. El traslado fue denunciado por las plataformas contrarias al plan y por la oposición como una destitución política. Dos décadas después, otra directora general, Carmen Amoraga, le requería para ofrecerle el despacho de la pinacoteca.