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Opinión

El sinsentido de CulturArts

La Conselleria de Cultura está preparando un plan estratégico cultural y un código de «buenas prácticas» para la elección de los cargos relacionados con la gestión cultural. Lo primero es muy positivo (y necesario). Sobre lo segundo, no se puede estar en contra de un modelo que exige un proyecto (cultural, según ha señalado bien el Conseller Vicent Marzà) a la persona que se presente a un concurso, pero el problema es que el tema es más profundo, y me da la sensación de que la Conselleria admite, de momento, la estructura de CulturArts. Recordemos que este organismo empezó siendo un objeto de gestión no identificado, cuyo único cometido era el ahorro, y no la mejora cultural. En último caso, se trataba de una esquela en la tumba de un modelo de política cultural. ¿Se va a construir un nuevo edificio a partir de una tumba? No niego que sea necesario un tiempo para realizar el cambio, pero un tiempo que debiera ser provisional.

En todo caso, si finalmente se admite esta estructura (el nuevo Consell no lo quiera), habría que cambiar muchas cosas. Es decir, diferenciar lo que es la gestión pura y dura de lo que es una dirección artística, el gran déficit de las últimas décadas, y uno de los motivos por los que nos encontremos hoy en una absoluta confusión de lo público y lo privado. En el ámbito, por ejemplo, de las artes escénicas, esta confusión se ha ido produciendo paulatinamente desde que se creara Teatres de la Generalitat, radicalizado ahora con el señalado ente no identificado. Porque una cosa es resolver asuntos como el de las subvenciones, ayudas a salas, a los festivales, etc., y otra perfilar la exhibición y producción pública. El Teatro Principal, sin ir más lejos, precisa, además de presupuesto, de una dirección artística que lo encamine a lo que debe ser, y no la invisibilidad y desconcierto en que se ha ido convirtiendo en los últimos años. Y la señalada producción pública, tanto de teatro como de danza, necesita de un organismo independiente que cuente también con una dirección que se dedique a eso mismo, a perfilar un estilo desde su función, la que ya estaba muy clara en la primera etapa del difunto Centre Dramàtic: repertorio, nuevos lenguajes y atención a los autores autóctonos (además de las coproducciones con compañías independientes, dentro de una línea). No estoy pidiendo nada raro, sino haciéndome eco de lo se dice en los programas electores de los dos partidos que ocupan hoy el gobierno de la Generalitat. Si no recuerdo mal, el PSOE-PSPV proponía la creación de un Centro Dramático, y Compromís, de un Teatre Nacional.

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