Son la diez en punto y una gran cuenta atrás ilumina el escenario. Prácticamente con la plaza de toros de Valencia a oscuras, la gente corea al unísono las últimas cifras mientras los diez músicos de la banda repiten en voz alta la palabra ´sirope´ y van tomando posiciones.

Una mezcla de gritos y aplausos acallan la música cuando se llega al cero y hace acto de presencia sobre el escenario Alejandro Sanz con un tímido «Hola, Valencia». En ese momento a uno se le olvida todo. Da igual que ´Sirope´, el título que da nombre al disco, guste más o menos, o que las canciones no sean tan potentes como las de antaño, porque en ese preciso instante en que la luz vuelve al coso de la calle Xàtiva los fans se vuelcan por completo con el espectáculo.

Vestido de negro y con una guitarra blanca colgada al cuello, Alejandro Sanz se deja querer al tiempo que entona el primer tema de la noche: El silencio de los cuervos. Baila, anima a los fans a cantar, bromea con sus músicos, se pasea por el escenario e inicia su discurso: «Les vamos a dar el concierto que se merecen. Gracias, Valencia, de corazón».

Las novedosas A mí no me importa y No madura el coco, cantada con la bandera de Valencia en la mano, dan paso a una retahíla de grandes éxitos que han llevado al madrileño a ser uno de los artistas más reconocidos de los últimos 20 años. Clásicos como Desde cuándo, Quisiera ser, Amiga mía, La música no se toca o Y si fuera ella ponen el romanticismo al ambiente, un ambiente en el que no tienen cabida los mecheros y sí los miles de móviles que inmortalizan cada canción.

La gente ya no mira al cielo gris que durante todo el día ha amenazado la ciudad porque no pierde ojo a los montajes de vídeo que acompañan cada canción y que representan una calle con grandes letreros luminosos, la playa o las bambalinas de un teatro. El público se deja llevar por cada nota musical, por cada acorde, por cada guiño que el artista hace al respetable y que genera el mismo éxtasis que en su primer concierto de la gira ´Viviendo Deprisa´ de finales de los ochenta.

Alejandro Sanz sabe a la perfección cuál es la fórmula para triunfar y por eso siempre ´tira´ de sus temas más conocidos, aquellos que parecen no pasar de moda, para asegurar que el espectáculo sea un éxito. Y en esa terna de canciones nunca fallan ni las bulerías ni el Corazón Partío con el que hace vibrar a sus fans en cada concierto desde 1997.

Con Un zombie a la intemperie, Looking for paradise -cantada junto a una de sus coristas-, y No es lo mismo parece darse por cerrado el concierto. Pero aún hay tiempo de más. Después de abandonar el escenario llega el turno de los bises y es ahí donde el piano de ¿Lo ves?, Capitán tapón, A que no me dejas y el ritmo de Pisando fuerte cierran una actuación que evidencia que, por muchos años que pasen (y ya van unos cuantos), Alejandro Sanz sigue sin dejar indiferente a nadie.