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Un mecenas extraordinario

Jesús Martínez Guerricabeitia era un hombre extraordinario, porque las variadas facetas que adornaban su compleja personalidad eran todas atípicas. Su asombrosa biografía, su admirable perfil como empresario, la firmeza de sus ideas políticas, los peculiares gustos artísticos que cultivó, el generoso mecenazgo del que hizo gala? Pocas cosas en él se ajustaban a lo previsible. Es más, muchos de los rasgos que le distinguían eran aparentemente contradictorios, incluso opuestos, aunque él había logrado integrarlos armónicamente en su vida.

La humilde condición de su familia no lo predestinaba a que su muerte fuera noticia y leyéramos ahora su biografía en los periódicos. Pero tuvo un padre librepensador que le transmitió un anhelo de superación, una curiosidad intelectual y un amor por los libros y el arte que le marcaron profundamente (al igual que a su hermano José, fundador de la mítica editorial Ruedo Ibérico). Y aunque la guerra y la persecución posterior torcieron su vida y le impidieron seguir estudios universitarios, logró sobreponerse y abrirse camino como empresario en la Valencia de postguerra; hasta que decide «hacer las Américas» y emigra a Colombia en 1951. Trabaja duro y le sonríe la fortuna.

Regresó a Valencia, catorce años después, convertido en un exitoso hombre de negocios hecho a sí mismo. Pero el juvenil paso por la cárcel, los ejemplos del padre y el hermano y sus constantes lecturas, sumado a la efervescencia política de las postrimerías del franquismo, lo convirtieron en un marxista convencido, que de forma discreta financia actos y publicaciones del PCE. Raro perfil empresarial el suyo: exportador de calzado alicantino a EE UU, por las mañanas, y mecenas comunista, por las tardes.

Y no menos paradójica fue su pasión por el arte. Jesús Martínez fue un coleccionista atípico, pues aunque existen muchas motivaciones para atesorar obras de arte, es raro que la ideología política sea una de ellas; y menos que sea una ideología de izquierdas la causa que dé razón y sentido a una colección artística. Sin embargo, este fue su caso. Porque para él reunir pinturas de contenido político fue una cuestión de coherencia personal.

No obstante, siendo todos estos aspectos muy atractivos y dignos de ser conocidos (víctima de la represión franquista, emigrante en América, empresario comunista o coleccionista de pintura política), el que sin duda le hace acreedor con más motivo de nuestro recuerdo es su faceta de generoso mecenas. Me refiero a la desinteresada colaboración que desplegó desde 1989 con la Universitat de València, a través del patronato que lleva su nombre, y que culminó con la donación en 1999 de su colección de pintura y obra gráfica. Similar anhelo de poner al servicio de todos los valencianos le llevaron en 2004 „a él y a su esposa e hijo„ a donar también su biblioteca personal a la Biblioteca Valenciana. Un ejemplo extraordinario de generosidad y coherencia personal.

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