Olor a recién pintado y paredes que son una libreta sin estrenar. Casi dan ganas de sacar el bolígrafo o plantar la palma de la mano y herir la blancura. El bajo de la calle Segorbe donde ayer abrió sus puertas Pepita Lumier mantiene el aspecto de un garaje, si bien el de uno tan impoluto que solo admitiría coches eléctricos. En el espacio diáfano cuelgan a ambos lados cuadros con los trazos de Paco Roca, el primer artista en exponer en la sala. A partir de Roca llenarán las paredes de este espacio nombres como Paula Bonet, Littleisdrawing (Carla Fuentes), Gabriel Moreno, Sergio Mora o Agente Morillas. Todos dibujantes.

«Queríamos montar una galería y dijimos: tiene que ser todo como queramos. Elegimos la ilustración porque es una debilidad nuestra. Decidimos montar un espacio donde la gente valore de verdad a un ilustrador.» Cristina Chumillas, el cincuenta por cien de este proyecto, explica desde el centro de una sala vacía dónde y por qué nació Pepita.

Por la tarde toda la estancia se llenaría de curiosos deambulando entre los dibujos de Roca al ritmo de un trío de jazz, pero por la mañana la galería solo estaba habitada por expectativas. «Hay mucha gente que nos está mandando dossieres y currículums y ahora tenemos que marcar una línea... El espacio de dentro queremos que esté vivo, hay un proyector, ahí haremos presentaciones», comenta mientras va de aquí a allá guiando la atención. Pese a que a simple vista el espacio es todo uno, la galería se acaba en el último tercio para dejar paso a la tienda, donde también quieren acoger charlas de autores e incluso talleres para niños. «Queremos que las dos partes se retroalimenten», expone una de las propietarias. La otra es Lucía Vilar, que entra a toda prisa en la habitación.

Cuando pusieron en marcha el proyecto, aseguran, lo hicieron conscientes de que no iba a ser solo un recipiente de obras para ilustradores. «Queremos que la galería se asiente y también que tenga una proyección suficiente como para que podamos llevar a nuestros artistas a ferias y salones del cómic, lugares donde las instituciones públicas empiecen a fijarse en el trabajo del ilustrador y se decanten por comprar», desgaja Chumillas. Dicen que la ilustración vive en plena efervescencia en esta ciudad, llena de dibujantes, de festivales y congresos, «y faltaba solo la galería».

Tienen el calendario de artistas completo hasta junio, a falta de cerrar, «por ejemplo, alguna colectiva que podría ser de alumnos del máster de ilustración». En fin, aspiran a ser lugar de referencia y motor de la escena, todo a la vez en una Valencia perfilada a lápiz.