A las redacciones de los periódicos siguen llegando correos desde Negra y Criminal, como cartas póstumas o voces desde el averno. También son, por otra parte, señal de que la librería va a continuar en pie hasta el persianazo final. Una nota celebrando el cumpleaños de Andrea Camilleri y otra anunciando el premio RBA de novela negra, Don Winslow, con una postal que evoca tiempos mejores: el propio autor de El poder del perro con el librero, Paco Camarasa, en la puerta del comercio en Barcelona. La última en la bandeja de entrada avisa del horario del establecimiento «hasta el 3 de octubre».

Hasta el 3 de octubre.

Todas esas notas quedan suspendidas en el limbo, como sin eco, desde que a primeros de septiembre Paco y Montse (Clavé), dueños de la librería de Barcelona, ponían fecha al cierre. Acompañaban la despedida con una oferta de liquidación, que es la última y pírrica victoria, tras perder la guerra, de un comerciante. «Tenemos cerca de 5.000 ejemplares de los años cuarenta y cincuenta. Tenemos libros que nadie podrá encontrar cuando cerremos, y hacemos esto por el personaje que en realidad importa en toda esta cadena: no eres ni tú ni yo. Es el autor que un día escribe una novela con la intención de que alguien le lea», vindica Camarasa.

La operación de saldo se convierte, visto así, en el último acto de servicio de una librería que ha militado con obstinación en un género pero sobre todo en una manera de entender la profesión: «Pegar una etiqueta puede joderte la portada; nosotros las escribimos a lápiz».

Los motivos del cierre los ha repetido el librero estas últimas semanas y, despojados de todo sentido lírico, se concretan así: el cliente les ha abandonado. La idiosincrasia de la librería, sin embargo, reviste el asunto de traición: «No hemos podido evitar la incomodidad de que la gente se acerque hasta aquí y el hecho de que los cuatro libros de moda estén en todas partes». Negra y Criminal, librería inscrita al género que anuncia su nombre, abrió hace casi trece años en Barcelona. Paco vivía en la ciudad condal desde el ochenta y ocho, cuando se fue precisamente de Valencia. De los años al frente de la librería queda el orgullo cuando habla del oficio: «Soy librero. Entiendo a los clientes y soy bueno porque los clientes me hacen bueno».

Asegura que Negra y Criminal no estaba para ofrecer solo los «cuatro libros de moda» y dice que la ciudad la ha ido orillando, suburbana como es, alejada del ojo del huracán. «Cuando los ciudadanos son solo consumidores las ciudades pasan a ser un centro comercial, y yo no quiero estar en un centro comercial.» Hay en todo esto una elegía al pequeño comercio en mitad de ciudades que «en las que solo sobreviven los locales del centro y queda una periferia extraña». Camarasa concluye esta reflexión con una sentencia que podría figurar al final de las novelas que vende y aconseja, tras el último cadáver: «Que sirva como llamada de atención».

La librería que fue consejera y hasta hostal de autores como Philip Kerr, Jo Nesbo, el propio Winslow y tantos otros, esparcirá su legado entre todo aquel que quiera acercarse a por un libro hasta el próximo mes. Paco Camarasa, por su parte, no deja la puerta abierta a secuelas. «Mi época como librero de la novela negra y criminal acaba el 3 de octubre».