Volvieron las novilladas picadas a la setmana de bous algemesinense, con la presencia de dos coletudos que ocupan los primeros puestos de su particular escalafón. No se terminó de llenar la plaza porque el transcurso de la semana parece estar haciendo mella. Los novillos de Guadaíra lucieron una presentación muy seria, con mucho volumen y romana. Muy cuajado el que abrió plaza, que recibió dos fuertes puyazos. En la muleta se desplazó, pero sin clase y sin terminar un humillar ni de seguir los engaños. El grandón segundo escarbó de salida. No se empleó en el caballo, esperó en banderillas y llegó al tercio final escaso de fondo y sin entregarse. El tercero tuvo mucho lustre. Se salió suelto en varas y embistió siempre al paso, sin entrega, cortando los viajes y desarrollando sentido. Fue un regalo. Y el castaño cuarto, con hechuras de toro, se dejó pegar en el caballo y resultó el más pastueño y manejable del encierro.

David de Miranda se mostró como un torero enterado, sobrado oficio y conocimiento de la profesión. Firme y bien colocado, muleteó a su primero con templanza y profesionalidad, en un trabajo de buen fondo. Y no se cansó de estar en la cara de su complicado segundo, frente al que firmó una labor solvente y resuelta. El peruano Joaquín Galdós anduvo con soltura y tranquilidad por la plaza toda la tarde y exhibió un buen concepto. Su faena ante el segundo, en la que lució en su toreo al natural, no alcanzó eco en los tendidos, si bien su epílogo genuflexo contribuyó a levantar los ánimos. Brindó la muerte del cuarto a Vicente Ruiz El Soro. A pesar de que le molestó un fuerte viento, toreó con facilidad y recursos en un trasteo en el que terminó acortando los terrenos y que coronó de una buena estocada.