El jurado del XIX Concurso Internacional de Piano de Valencia «Premio Iturbi» nombró ayer ganador al pianista georgiano Luka Okros. Este galardón está dotado con 18.000 euros por la Diputación, así como la edición de un cd, recitales por España, un concierto con la Orquesta de Valencia, un recital para la Sociedad Filarmónica de Valencia, un recital en la Academia de España en Roma, un recital en el Real Colegio de España, en Bolonia y un recital para la Fundación Eutherpe de la ciudad de León. El segundo premio fue para la italiana Viviana Lasaracina, el tercero para la polaca Aleksandra Jablcynska, seguido del francésJean-Paul Gasparian, el conquense Mario Mora y en sexto lugar quedó el italiano Scipione Sangiovanni.

Con una ocupación de la sala que lleva su nombre apenas superior a lo que hoy en día consideramos una buena tarde para la Sociedad Filarmónica, se celebraron las dos jornadas finales de la 19ª edición del concurso de piano que cada dos años recuerda al pianista valenciano José Iturbi. Los seis finalistas se dividieron en tres niveles.

De la primera velada, en el más alto entró la italiana Viviana Lasaracina (nacida en 1988), cuyas Paganini de Rachmaninov, de muy estimable nivel técnico en general, alcanzaron cotas de altísima musicalidad a partir de la variación VIII, cuando la terrible danza macabra fue paulatinamente perdiendo escabrosidad hasta desembocar en una XVIII absolutamente deliciosa. Al día siguiente, el Segundo concierto del mismo compositor encontró en el georgiano Luka Okros (1991) a un solista también de estupenda sensibilidad, especialmente en los pasajes del segundo movimiento compartidos con José Vicente Herrera al clarinete. Con el espectacular virtuosismo que requiere el Segundo de Liszt, se unió finalmente a la terna de favoritos el italiano Scipione Sangiovanni (1987), que acaso sólo pecó de exceso de tremendismo en algunos pasajes de una obra cuyo principal reto tal vez consista precisamente en evitarlo. La polaca Aleksandra Jablcynska (1990) también gustó mucho por la variedad de tempi y dinámicas con que recorrió el Concierto de Schumann. En concreto, su ascenso de la mera lectura a la interpretación personal en el Intermezzo central resultó modélico.

En el Segundo de Chopin protagonizado, el francés Jean-Paul Gasparian (1995) tuvo en cambio el mérito de la sobriedad pero las rémoras de un toque demasiado seco y del contraste con una orquesta llevada por el maestro italiano Bruno Aprea (Roma, 1941) con fraseo demasiado pastoso. En cuanto al conquense Mario Mora (1989), tuvo la mala suerte de contar con el acompañamiento menos competente de todos en un Primero de Brahms por el que él tampoco supo pasar sino en vuelo rasante.