Continúa el extraordinario ambiente festivo en Algemesí y su semana taurina. Ayer, la ciudad era un hervidero de gente y aficionados llegados de todos los puntos se dieron cita para presenciar el penúltimo festejo del serial. En la plaza Salvador Castell, donde tienen sus cuarteles generales las peñas, no cabía un alfiler. Insignes aficionados llegados desde Valencia, como los ilustres integrantes de la peña Los Machacos, Carmelo Coll y Marcelino Belenguer , se dejaron ver junto con otros muchos. Hasta el propio Pablo Lozano se situó en lo alto de un cadafal para ver las evoluciones de su torero en Algemesí.

Una ciudad donde la gente se ha tomado a chirigota y chacota el sonrojante video que montaron los antitaurinos y que distribuyeron por todas las redes sociales, a cuenta de los novillos tras ser arrastrados y la espuma que sobre ellos echaban los niños. Un vídeo torticero y manipulador. Con todo, y para evitar que no se la vuelvan a coger con un papel de fumar, tal como sucedía con las becerradas cadafaleras, se ha decidido tapar a los novillos nada más les arrastran y se los llevan raudos y veloces.

Con todo, en Algemesí la celebración de la fiesta en su esplendor ha sido una constante a lo largo de testos días. Una setmana de bous que, con el festejo de ayer, ponía punto final a las novilladas. a falta del festejo de rejones que se anuncia para esta tarde.

Por el singular palenque algemesinense han desfilado los novilleros más destacados del escalafón. Como los de ayer, dos espadas que están presentes en todas las grandes ferias. El gran aficionado local Vicente Roig El Roig tenía gran ilusión por ver estos dos espadas, y a buen seguro no quedaría insatisfecho.

Para calibrar sus capacidades se lidió un encierro del hierro de Núñez del Cuvillo. Un lote de astados de irreprochable trapío, aunque luego en general se mostraron desfondados y muy faltos de brío y poder, a pesar de su gran fondo.

El castaño primero tuvo mucho cuajo. Durante su lidia exhibió tanta calidad como nobleza y clase en sus embestidas, si bien blandeó y claudicó más de la cuenta. Tuvo un son almibarado y suave, dulzura y obediencia franciscana, pero muy poco poder y menos fuelle.

También escaso de fuerzas anduvo el claudicante y blando segundo, que tendió a defenderse más de la cuenta y se quedó muy corto. Se dejó pegar en el caballo el tercero, que llegó al tercio final reculando, con la cara entre las manos, rajado y acobardado. Acabó refugiado en tablas y pidiendo la muerte. Y el castaño cierraplaza tuvo tranco, gran calidad y mucho fondo.

El toledano Álvaro Lorenzo se mostró como un torero que ya está muy hecho y con suficiente preparación para afrontar compromisos de mayor envergadura.

Seguro, suficiente, bien colocado en la plaza y sobrado de técnica, manejó las telas con tanta templanza como suavidad. Así se exhibió ante su bondadosísimo primero, toda una yema de San Leandro, que acabó por resultar un enemigo irrelevante para él. Y anduvo fresco de ideas y muy suficiente ante el tercero, al que entendió a la perfección y supo buscarle las vueltas con lucidez y solvencia.

El castellonense Varea hizo gala de su excelente corte de torero. Manejó el capote con una especial prestancia y elegancia, frente al segundo. Luego, con la muleta, puso de manifiesto voluntad ante un astado que no lo dio opciones y al que mató de pinchazo y estocada.

Brindó la muerte del cierraplaza a Vicente Ruiz «El Soro», tras haberlo cuajado con el capote tanto de salida como en un excelente quite.

Luego, su labor resultó tan expresiva como enfibrada, de una bellísima expresión, aunque por momentos algo falta de reunión. Mató de pinchazo y una estocada de efectos fulminantes y entonces se desataron las pasiones. Los festivos tendidos, ayudados por los ademanes de El Soro, pidieron para él los máximos trofeos que el usía concedió. Pues bueno. ¡Viva la fiesta!