Fernando Bovaira fue el nexo de Rafael Chirbes con el cine. El productor castellonense, la otra cara de la luna de Alejandro Amenábar, estuvo ayer en la Mostra Viva, para abordar en una mesa redonda al escritor «universal» que miraba al mundo desde Beniarbeig. Lo hizo porque, reconocería tras el acto, quería rendir homenaje a la memoria de un autor al que admiró. También lo impulsó a la estratosfera del reconocimiento en la península, con la adaptación de Crematorio, en un momento en el la prosa de Chirbes tenía más adeptos en Alemania.

En esa mesa, además, Bovaira deslizó una primicia: «Llevo un tiempo planteándome comprar los derechos de La buena letra». «Si tuviera que recomendar una novela por la que empezar a leer a Chirbes, sería sin duda esa», acentuó a su lado el periodista Carlos Aimeur, otro de los participantes en la tertulia, junto a la periodista Maria Josep Poquet y la escritora „ahora Directora General de Cultura„ Carmen Amoraga.

A Bovaira, Chirbes se le cruzó como una espina de pescado y ya no lo dejó hasta que consiguió darle a Crematorio la voz de Pepe Sancho y dibujar el paisaje de Misent en la pequeña pantalla. «Leí la novela y fue un empeño mío adaptarla. Llevaba tiempo buscando un texto que reflejara ese momento de efervescencia económica y pérdida de valores. Chirbes hablaba de eso. Era muy difícil adaptarla porque estaba construida a base de monólogos interiores y nos dimos cuenta de que tenía que ser una serie. Hablé con Jorge Herralde [su editor]. Me dio el teléfono de Rafael y nos tomamos una paella aquí en Valencia. Durante todo el proceso le estuve persiguiendo para involucrarle, para que leyera los guiones», relataba el productor de Castellón a este periódico tras el acto en el Aula Magna de La Nau.

Al escritor «le pareció una idea extemporánea», recordaba Moraira, pero finalmente Crematorio sería un punto de no retorno, una eclosión de elogios y ventas, aunque el productor se niega a pensar que de no ser por la adaptación audiovisual, Chirbes hubiera permanecido bajo el manto de «escritor de culto». «Él decía que el éxito le llegó por Crematorio, pero era un escritor tan grande que antes o después le hubiera llegado el reconocimiento público», establecía Bovaira.

En lo que coincidían todos los ponentes, que pronto se desviaron del cine en Chirbes para intentar abrazar sencilla y únicamente a Chirbes, es en que su reflejo no concordaba con quién era en realidad. «Se decía que era un huraño solo porque no salía de Beniarbeig, pero en el pueblo era muy querido. Si tratabas con él te dabas cuenta de lo amable que era», recordaba Aimeur. Poquet resumió en una anécdota el instante en que los fieles del escritor de prosa sin edulcorantes dejaron de contarse entre un club secreto: «Estábamos en una tienda de libros y una dependienta lo reconoció. Al momento subieron todos los demás compañeros, alborotados, con montones de libros, para que les firmara. ´Es que ahora eres famoso’, le dije».