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Arte

Glorias valencianas del Divino Morales

La exposición central del otoño en el Prado se nutre de cinco tablas de gran formato prestadas por el Museo San Pío V y el Colegio del Patriarca

Glorias valencianas del Divino Morales

­Luis de Morales (1510-1586) es el rey del Museo del Prado este otoño. Una gran exposición con más de 50 obras rescata a este pintor renacentista, El Divino, con una biografía llena de incógnitas, aunque se sabe que vivió y pintó en Extremadura y Portugal. No ha adquirido resonancia, pero Valencia tiene un peso notable en la muestra con cinco grandes pinturas prestadas para la ocasión. Una, procedente del Museo de Bellas Artes y cuatro, del Colegio del Patriarca, que son el colofón de la exhibición.

Paradójicamente, sin embargo „y no es novedad„, esta no viajará a Valencia en 2016, y en cambio sí lo hará al Bellas Artes de Bilbao y al Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), coorganizadores de un proyecto que ha sido patrocinado por el BBVA.

Algunos historiadores han aventurado una presencia del Divino en tierras valencianas, pero la idea parece ilusoria, pues no hay ninguna documentación que sostenga esa posibilidad hasta la fecha.

El vínculo claro de Morales con Valencia es el poderoso San Juan de Ribera (Sevilla, 1532 - Valencia, 1611), que fue prelado de Badajoz (1562 - 1568) justo antes que arzobispo, virrey y Patriarca de Valencia, y que tuvo al extremeño como casi pintor de cámara. El obispo vio en la obra del Divino la expresión perfecta de la Contrarreforma.

El Patriarca es el eje de una de las cinco secciones de la exposición del Prado y, en ella, la obra central es el tríptico sobre El juicio del alma de San Juan de Ribera, procedente del colegio-seminario que creó en Valencia. A su lado, en esta parte final de la muestra, cuelgan el gran Calvario con donante (casi 2,5 metros de altura), propiedad de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos (forma parte del legado Martínez Vallejo, de 1877) y en el que los expertos ven posiblemente la mano ya del hijo de Morales, y otra tabla del Cristo con la cruz a cuestas también del Colegio del Patriarca.

La grandeza de estas piezas contrasta con la abundancia de otras de menor formato en la exhibición homenaje a un autor muy comercial en su época y cuya cuidada producción mezcla influencias flamencas e italianas.

En esos acabados está la razón del apelativo del Divino. Antonio Palomino, el autor de la cúpula de la Basílica de la Virgen de los Desamparados de Valencia, lo explicaba así en el siglo XVIII: le llamaron el Divino, decía, porque todo lo que pintó fueron cosas sagradas y porque hizo cabezas de Cristo «con tan gran primor y sutileza en los cabellos» que al más curioso le motivan a soplar a ver si se mueven.

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