Maite Alberola y Cristóbal Soler charlan en valenciano mientras se preparan para las fotografías en el imponente escenario de la sala principal del Palau de les Arts, preparado ya para Katiuska. Ella es de Silla, donde sigue viviendo cuando la carrera de soprano se lo permite. Él es de Alcàsser, aunque desde hace cinco años la mayor parte del tiempo está en Madrid, donde desempeña la dirección musical del Teatro de la Zarzuela.

Es la primera ocasión que están en el espacio más sagrado del coliseo, porque él no sabía hasta ahora qué era trabajar en Les Arts y ella, que ya cantó en la sala Martín i Soler Una cosa rara, había pisado el escenario principal solo en un concurso. Celebran el acontecimiento, pero sin alardes localistas. Cuenta más la calidad que el código postal. O así debería ser siempre.

«Cantar en casa es lo más especial», dice Alberola. Soler está feliz de compartir tiempo con «una orquesta y un coro magníficos». La oportunidad ha llegado cuando el teatro de ópera cumple diez años, pero «no pasa nada. Prefiero que piensen que han invitado al director del Teatro de la Zarzuela, no a un valenciano porque sí. Llego bien y tranquilo ahora».

«No vale todo por el hecho de ser de aquí», continúa el director sobre la idea de valencianizar Les Arts. «La música es universal y hay que abrirse, tienen que estar los valencianos que merezcan la pena».

«Apoyo lo que dice el maestro. Quiero igualdad de condiciones, no un trato de favor por ser valenciana», interviene la cantante.

Claro que de sus palabras se deduce que no todo han sido facilidades para triunfar en casa: «Poco a poco se me ha dado una oportunidad en el teatro. A lo mejor ha tardado más de lo que me hubiese gustado, pero soy muy positiva y creo que todo llega a su tiempo».

La conversación se desarrolla en el camerino de Maite Alberola, mientras una maquilladora la transforma en Katiuska. Llevan desde principios de mes con ensayos de voz, ahora „la entrevista tuvo lugar el pasado miércoles„ empiezan a trabajar con la Orquestra de la Comunitat Valenciana, de cara a estrenar el jueves. Otras dos voces valencianas forman parte del reparto: Sandra Ferrández y Javier Agulló.

Para Alberola, todo es un poco más fácil, porque ya hizo una gira con esta producción de Emilio Sagi. «Siempre sabe crear un espectáculo muy vivo, ágil y visual», opina Soler sobre el director de escena asturiano. «Es bonita y divertida, lo tiene todo», agrega ella.

Musicalmente, el batuta valenciano sitúa al creador de Katiuska, Pablo Sorozábal, entre los grandes del género lírico español. «La llamó opereta porque hay números no autóctonos. La música es bellísima, con elementos rusos, y Sorozábal era un enamorado de la orquestación americana, con algo de jazz».

La defensa de la zarzuela parece a veces una lucha perdida, confiesa, pero Cristóbal Soler „el cargo obliga„ no ceja en su misión de embajador de una música más amplia que uno de sus subgéneros, el chico, «muy costumbrista», con el que se suele confundir. «La gran zarzuela del siglo XIX es un género olvidado y queda mucho por hacer», sostiene.

Soler trabaja por la apertura del Teatro de la Zarzuela a todo el repertorio español, también la ópera. En este sentido, una de sus últimas producciones, El gato montés, del valenciano Manuel Penella, podría desembarcar en Les Arts „ya hay negociaciones„ en 2017, en el centenario de su estreno, después de recorrer un buen número de escenarios españoles y cosechar un premio Campoamor. «A veces ha de pasar que un montaje tenga premios para que venga a Valencia. Somos muy duros con lo nuestro», sentencia con un cierto poso de lamentación.

«Yo adoro la zarzuela „asevera la soprano„, la considero igual que la ópera. La única diferencia es el idioma, pero has de sentir igual cuando cantas. Luego, claro, necesita que se la cuide y se la trate como un género importante».

Y eso no ha pasado siempre. «Muchas veces se ha grabado con buenos actores que solo defendían más o menos el tema vocal y las orquestas sufrían», afirma Soler. El problema se daba sobre todo en los segundos papeles, pero hoy es menos frecuente, precisa.

¿Y Les Arts, sus diez años de historia, de logros y tropiezos? Director y cantante prefieren el lado buenos de las cosas. «Se habla del despilfarro, pero como músico me quedo con este teatro, esta orquestra y este coro, que es lo que perdura», dice él. Y fuera de España, «la gente lo considera un teatro de primera calidad», añade ella.

Un asistente busca a Soler. La entrevista ha de acabar. Alberola continúa frente al espejo. Que el próximo encuentro no tarde diez años.