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Verónica Forqué

"La mayoría de guionistas son hombres, así que las actrices de 60 nos quedamos sin sitio"

Verónica Forqué llega a Valencia con «Buena gente», un drama sobre «una mujer al límite, tanto que el público se ríe sin saber de qué»

"La mayoría de guionistas son hombres, así que las actrices de 60 nos quedamos sin sitio"

Agradecida «al público y al universo». A Verónica Forqué se le desliza una hipérbole cuando se le pregunta cómo anda la gira de su última obra, Buena gente. «En Madrid funcionó espléndidamente; ahora venimos de Alicante y estaba lleno», apunta la actriz, casi como un vaticinio antes de pisar Valencia, mañana mismo y hasta el próximo domingo en el Olympia, con la adaptación de un texto del premio Pulitzer David Lindsay-Abaire que arrasó en Broadway.

La obra original, Good people, se presenta como el drama de una mujer de casi sesenta años que vive una situación financiera extrema y se encuentra con un amor de juventud, un médico al que la vida le ha regado con opulencia. Cuando se describe la versión de David Serrano se resalta que está «llena de humor». «No, no, es un drama, lo que pasa es que tiene muchos momentos con humor, pero es fruto de situaciones al límite. La protagonista saca los pies del tiesto porque está muy desesperada y hay gente del público que me dice: 'me estaba riendo pero no sabía muy bien de qué'», aclara la actriz.

«Al final la obra le da vueltas a la importancia de la suerte y a la fuerza de la voluntad, a saber qué es lo más importante de ambas cosas», ahonda un poco Forqué y, cuando se le aborda si el papel de su compañero Juan Fernández aporta una buena dosis de machismo a la situación, sentencia, lacónica: «Es que todos los hombres son machistas». Explorando esa afirmación, Forqué asegura no haberse interesado por saber si en la profesión hay una desigualdad en los salarios entre hombres y mujeres, desequilibrio denunciado por algunas de sus colegas de Hollywood. «No solemos saber lo que cobra el compañero», justifica, advirtiendo que tratará de indagar en el asunto.

En la pequeña parcela que le afecta, Forqué dice que está «ajetreada» y que le siguen llegando proyectos interesantes, «sobre todo del teatro», y que si se le ve más en las tablas que en pantalla es cosa de la industria. Vuelve a los hombres: «Es un proceso natural, supongo. La mayoría de guionistas y directores son hombres y piensan en papeles para mujeres jóvenes en historias de amor, y ahí las de 60 nos vamos quedando sin sitio». Matiza, sin embargo, que hay un punto de vista cada vez más femenino en el cine español: «Es hora de que las mujeres nos pongamos en marcha. Se van haciendo avances y es cuestión de tiempo; cada vez ves más directoras y escritoras».

Sus reflexiones no tienen el tono de un reproche, quizás porque de Forqué se sabe que da por concluida una respuesta cuando desliza una leve risa a modo de punto y aparte. Hace un tiempo declaró haber pasado por una profunda depresión, etapa que asegura está totalmente superada y, si se incide en si aquello ha abierto una nueva era, si hay una nueva Verónica Forqué o algo así, ella devuelve la pregunta al suelo y contesta que «la vida es un reset diario». Porque la Forqué que estará mañana en el Olympia solo quiere saber del hoy: «La nostalgia no es buena compañera. Te ancla al pasado y el pasado no existe. Tampoco el futuro, solo tenemos el presente». Al final, exhala otra leve risa.

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