«Estaba en la cima, con veinte agentes y abogados y publicistas trabajando para mí. Acababa de terminar mi primera película con Sofía Vergara, un videoclip con Jennifer Lopez y empezaba a hacer televisión americana. Y de pronto, un vacío». Las historias en Hollywood, explica el teórico Robert Mckee, funcionan a base de superar abismos. Eduardo Verástegui (México, 1974), modula como una voz en off el momento en que se asomó al suyo: el actor hispano que escala por las telenovelas hasta el orgiástico Hollywood. «A mí no me sucedió ningún accidente, un borrón y cuenta nueva, pero estaba confundido, tenía todo y no tenía nada», apostilla Verástegui.

Esa crisis le llevó de ser un posible estereotipo latino en un puñado de superproducciones a levantar su propia compañía para «controlar el mensaje» y acabar girando por medio mundo para difundir ese mensaje. «Quiero hacer del mundo un lugar mejor con mi cine», asevera, y eso es lo que le ha acercado a Valencia, en una comprimida gira por España para promocionar su última película, Little Boy: 26 millones de dólares y un reparto con Emily Watson y Tom Wilkinson.

Reparemos en la escena en que a Verástegui le crujieron los esquemas. «Vacío», decía: 28 años y perdido en El Dorado. «Me dije que tenía que empezar una vida espiritual y redescubrí la fe que me enseñaron mis padres. La abracé y la puse en el centro de mi vida por primera vez. Reseteé prioridades, pasé cuatro años aprendiendo, reflexionando y rechazando proyectos, viendo cómo lo iba a hacer para vivir en Los Angeles, trabajando en esto sin comprometer mis principios: me hice productor». Para afilar el guion, una promesa: «Les dije a mis padres que no trabajaría en ningún proyecto que ofendiera a mi comunidad hispana o mi familia».

Por el camino, Verástegui había conocido a Alejandro Monteverde, director de las dos películas que llevan su sello hasta ahora, y a Leo Severino. La primera obra de la compañía Metanoia Films fue Bella, con la que el terceto ganó el festival de Toronto.

La productora nació, por tanto, con la vocación de voltear el «estereotipo negativo que Hollywood ha perpetuado del hispano» „él mismo realiza un pequeño cameo «positivo», como párroco, en la película„ y también de lanzar un mensaje ligado a la espiritualidad redescubierta por Verástegui. Cuando habla de su Little Boy, de hecho, incide en el discurso de «paz, amor y esperanza» que trata de «detonar».

„¿No está intentando evangelizar con sus películas?

„No, es un mensaje universal, como en las grandes películas de Hollywood: el bien contra el mal. La estructura de Little Boy la realizó uno de los encargados de Pixar.

La película, cuyo guion hizo llorar a Tom Wilkinson, según el productor, se presenta como el cuento de un niño que trata de hacer volver a su padre de la Segunda Guerra Mundial, siguiendo el dictado de buen samaritano que le propone el párroco del pueblo, el cual incluye hacerse amigo de un japonés. El productor destaca que es una «película americana, hecha por mexicanos y filmada en México», rodada además con el capital de diez grandes empresarios de su país.

Antes de acabar, Verástegui se pide el epílogo: «El niño protagonista, Jakob Salvati, fue escogido entre mil candidatos cuando él ni siquiera había ido a actuar, sino a acompañar a su hermano mayor, autista, al que llevaron a la audición como terapia. Pero él fue el elegido. Luego supimos que con ese papel pudo salvar a su familia de perder su casa. Ahí había un milagro».