Cuando escrutaban las mesas en busca de representantes institucionales desde el escenario, las presentadoras Rosana Pastor y Mabel Martí se dejaban fuera de la enumeración al secretario autonómico de Cultura, Albert Girona. Ya habían repasado un buen puñado: a la concejala Glòria Tello, a los consellers Vicent Marzà y Vicent Soler, a los diputados provinciales Xavier Rius y Emili Altur, al síndic de Podemos Antonio Montiel y al President de las Corts Enric Morera en silla estratégica, flanqueado por Eliseu Climent.

Era de esas listas que uno no puede realizar a ojo y el lapsus en medio de la letanía de nombres vale como síntoma de lo que se quería evidenciar anoche: «La normalización de las relaciones entre la cultura „los Premis Octubre en clara sinécdoque„ y las instituciones», tal y como proclamó la propia Mabel Martí al inaugurar la noche. Por la mañana, Laia Climent ya había establecido la unívoca intención de «recuperar Valencia».

No se había celebrado una entrega de los Octubre como la de ayer en muchos años, leída inequívocamente en clave de conciliación política, de encuentro con las tres patas del poder valenciano.

Fue el Mercado Central el escenario de la catarsis, en un gesto más de la galería simbólica del evento. Esta se expande hacia la lista de comensales: representados Esquerra Republicana del País Valencià, Els Verds, Esquerra Unida, Salvem el Cabanyal y Escola Valenciana, Acció Cultural y la Institució de Lletres Catalanes. Y la familia de Vicent Andrés Estellés. «Som la veu de un poble...», dejaba en suspensión la actriz Rosana Pastor.

La gala como trasunto de la política, que lo es todo. También en cierta manera el fútbol. Había quien, como Marzà, llegaba del derbi tras atravesar una ciudad desconocida, oculta tras las máscaras de la noche de los muertos americanos, mientras entre los tabiques del mercado la cultura en valenciano se reivindicaba a sí misma. «Yo hoy de fútbol no hablo», decía el diputado granota Rius mientras estallaban risas histriónicas en otra mesa, donde se acercaba el actor Toni Albà, caracterizado como el Rey Juan Carlos igual que en el Polònia de TV3. Símbolos en las carcajadas.

El apellido Climent ordenaba el espacio, como si tuviera su propia fuerza gravitatoria. En un lado Laia reubicaba un grupo de invitados en busca de silla. En otro Eliseu, telúrico, repartía saludos y estiraba el bigote en una sonrisa.

„Com ho veu?

„Això, això és el canvi„ decía trazando una panorámica con la mirada.