Casi centenario, José Esteve Edo podría haberse subido a su atalaya, antes de morir a los 98 años el pasado domingo, y contemplar a su prole derramada por toda la ciudad. Las esporas escultóricas que dejó esparcidas en Valencia hablan de un artista prolífico y urbano al cual el ayuntamiento le dedicó una exposición en el Almudín en 2000. Su firma, por dejar una pequeña gincana como homenaje, queda inscrita hasta en seis esculturas en los Jardines del Real, y también en la plaza del Temple, en los jardines del Antiguo Hospital, en la plaza de la Armada Española, la avenida de Blasco Ibáñez, la ermita de Santa Lucía, los jardines del Palau de la Música, la plaza de Maguncia o las Alameditas de Serranos.

En este último enclave se sitúa una de las niñas de los ojos de la ciudad, obra del escultor. La niña de las coletas, descalza y con su libro sobre las rodillas, queda como legado del autor. La imagen de la inocencia broncínea que dejo Esteve Edo en las Alameditas „segunda medalla nacional de Escultura en 1968„ es su obra más popular y también una víctima del vandalismo callejero: arrancada, robada o teñida de rosa, la chiquilla ha sido protagonista de tantas postales como titulares. Ahí sigue, sumida en una lectura eterna.

El monumento A la dona valenciana en Blasco Ibáñez, A la Paz en la plaza de la Armada Española o el busto de la fuente al canónigo Liñán en una orilla de la plaza de la Virgen son otras de las muestras que quedarán de la ruta Esteve Edo, hijo adoptivo de la ciudad que le vio nacer desde 2004 y de quien, si se quiere un museo al aire libre, pueden valer los Viveros. Allí están, entre otras, su Muchacha reclinada con un libro y su Mujer en reposo, esta última mutilada también en alguna ocasión.

Perteneciente al Grupo Parpalló, compaginó su oficio con el trabajo docente en la antigua Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Valencia, en la Escuela superior de Bellas Artes de San Carlos o la Facultad de Bellas Artes, de la que fue decano entre 1979 y 1983. En 1979 fue nombrado académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos.

El escultor marcó su trayectoria con la participación en la construcción de la custodia de la Catedral de Valencia en 1940, donde más tarde realizaría dieciséis esculturas para el retablo de la capilla del Santo Cáliz. Además, figuran numerosas esculturas para iglesias, como la de la Santísima Cruz y la de San Juan del Hospital; parroquias como la de San Martín y la de la Asunción de Nuestra Señora de Montserrat en Valencia; para la de la Natividad de Nuestra Señora, en Turís; y el retablo de la parroquia de San Juan Bosco de Valencia, la que sería su última obra. Ayer se celebró la misa exequial en su nombre em la capilla del cementerio Parque de la Paz.