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Teatro crítica

Un Sócrates sensacional

«Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano»

Teatro Olympia (valencia)

De Mario Gas y Alberto Iglesias. Int: José María Pou, Carles Canut, Amparo Pamplona, Pep Molina, Alberto Iglesias, Guillem Motos, Ramón Pujol. Escenografía: Paco Azorín. Dirección: Mario Gas.

Actúa siempre sobre las puntas de los pies y nunca te relajes; si te relajas el público también lo hará». Esta indicación de James Gagney le viene como el anillo al dedo a Josep María Pou, porque este actor siempre ha dado una soberana paliza a las puntas de sus pies. Nunca se relaja y pocas veces sus gestos y palabras parecen perdidos de ritmo e interés. Su manera de hacer se hace a veces excesiva, pero siempre mantiene una intrigante sinceridad. Pou es un pura sangre de la escena. Y, a la vez, un actor reflexivo que sabe siempre lo que hace. Y lo que hace ahora es un Sócrates sensacional.

Y eso que todavía tengo en la retina aquel Sócrates que levantó Adolfo Marsillach, en 1972, cuya idea recupera en este montaje el director Mario Gas, quien también firma, con Alberto Iglesias, la autoría de una pieza hilada a partir de dos textos de Platón (Fedón y Critón) y otros del historiador Diógenes Laercio. La obra no pretende ser una lección de filosofía, sino que se centra en la vida del ciudadano condenado tras haber denunciado la corrupción en Atenas. Y aunque a veces hay exceso de perfección (¿platónica?), el montaje nos resucita el cuerpo y el espíritu del padre del pensamiento occidental. Es evidente que no se profundiza en dicho pensamiento, como su posición ante la democracia. Gas se queda a medio gas en este aspecto, pero algo hay. Algo trasmitido, a veces, de manera brechtiana, y otras, asumiendo una bella convencionalidad. Hay momentos en que se sufre de falta de teatralidad, ya que se cuentan más cosas de las que pasan, y eso produce lejanía, pero es evidente que la sabia mano de Mario Gas está siempre presente. Es evidente también un eficaz cuerpo actoral. Y es evidente, igualmente, que, después de tantas ideas y vivencias, acabamos sintiendo al Sócrates persona, al que le comienzan a pesar las piernas y, tal y como le habían recomendado, se tumba boca arriba para esperar la muerte. Su eterna muerte.

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