No dice mucho de la calidad teatral de lo que vemos en Valencia el hecho de que La Zaranda no haya actuado aquí desde hace bastante tiempo. Si mi memoria no falla, fue en 2001, en el Teatro Rialto, donde vimos al colectivo jerezano por última vez en nuestra ciudad. Allí representaron La puerta estrecha, una mirada muy particular sobre la inmigración. Con anterioridad habían actuado en la Fundación Bancaixa con dos de sus obras cumbres, Perdonen la tristeza y Vinagre de Jerez. Ahora, por fin, podemos ver de nuevo al Teatro Inestable de Andalucía la Baja en el recién abierto Teatre el Musical. Por ello es todo un acontecimiento la representación de El grito en el cielo, su último montaje, que tendrá lugar hoy sábado (aunque no se entiende que sea en sesión única).

Llamo la atención sobre este hecho, porque nos reencontraremos con una compañía ya de culto, con una estética que se ha mantenido a lo largo de 40 años, dando lugar a imágenes oníricas y torturadas, y a unos personajes que rememoran los seres beckettianos, con un aroma andaluz. La depuración al máximo de unos personajes límite (curiosos pesimistas) que suelen provocar una sonrisa y un calambre en el estómago. No es teatro de masas, pero tampoco es difícil ni erudito, precisamente porque va directo al hígado.

Y es que la Zaranda es ceremonia teatral, y un sinfín de símbolos y frases que, repetitivas, se transforman en auténticos tratadillos de cómica metafísica. De lo litúrgico con lo brutal. Todo lo cual evoca también una profunda tradición cultural española: la picaresca, la imaginería barroca, Goya y otras manifestaciones estéticas.

Un mundo, en fin, que, en su última obra, que nació en la Bienal de Venecia, donde la compañía fue invitada en residencia artística, se construye alrededor de unos personajes viejos y enfermos que no se resignan. Quieren, a pesar de todo y de cualquier modo, huir. Vivir en la intemperie del alma. Con su humor negro y tierno, La Zaranda regresa con un discurso sobre un mundo deshumanizado que aniquila cualquier tipo de trascendencia.

Un teatro que no oculta su ser, al contrario, lo grita. Oigámoslo de nuevo.