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Crítica musical

Rendimiento máximo

Si en arte como en economía el éxito puede definirse como la obtención del máximo rendimiento de los medios a disposición, en esta velada los objetivos se cumplieron plenamente. El solista en la obra concertante y la orquesta con su titular al frente en todo el programa sacaron el máximo partido tanto de sus instrumentos como de las obras interpretadas. Éstas en concreto planteaban para ello dificultades, digamos, muy por encima de la media habitual.

Sobre el papel y en muchas de las versiones conocidas, Scapino, de William Walton, es de una trivialidad rayana en la música ratonera. Virtud principal de la ahora escuchada fue sin embargo la de traspasar el frívolo jolgorio de la superficie para, sin intentar convertir éste en otra cosa, resaltar los momentos y detalles de más fuste.

El Primer concierto para violín de Shostakovich tiene, por supuesto, tanta más enjundia como menos atractivo inmediato. A equilibrar esa balanza contribuyó de modo decisivo el israelí Guy Braunstein (Tel Aviv, 1971), concertino de la Filarmónica de Berlín entre 2000 y 2013 que en su quinta actuación en el Palau desde 2008 volvió a provocar inmensa admiración. La combinación de claridad y calidez en el timbre con la seguridad técnica a toda prueba hizo la debida justicia por un lado a la escritura sombríamente lírica de los movimientos impares (allí donde tantos otros recurren a los colores nasales) como a la demoníaca bravura demandada por los pares, en el cuarto aún dejando margen para la rústica jovialidad de los ritmos de danzas con que se justifica su título, Burlesque.

No siendo por más conocidos menores los escollos que siempre plantea la Segunda sinfonía de Schumann («este tipo estaba verdaderamente loco», llegó a soltar Bernstein en un ensayo), salvo por la retención justo antes de la letra E en el primer movimiento Yaron Traub pidió y consiguió de sus músicos todo lo escrito en una partitura traducida por tanto como paradigma del romanticismo más exacerbado. El público que llenó la Iturbi salió, con toda razón, muy contento.

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