Un tipo con cara de tortuga asalta la galería 3 del IVAM. Lleva traje y corbata, en una de esas composiciones que dejan a uno hipnotizado, como si de hecho acabara de descubrir una especie insólita, un supervillano plausible de los que imagina Marvel. Los fotomontajes que rondan al del extraño hombre-tortuga son igual de desconcertantes: 46 piezas protagonizadas por mujeres que recrean mitos como el de Sísifo o lecturas como la del Principito.

Forman todas parte de la serie Sueños, el núcleo de la nueva exposición del IVAM en el espacio dedicado a los casos de estudio, ocupado hasta la próxima primavera por la obra de la fotógrafa alemana „aunque pasó gran parte de su vida en Argentina„ Grete Stern (1904-1999). En esta muestra, el IVAM devuelve a sus paredes más de sesenta piezas de la propia colección del museo, en su mayoría donadas por Silvia Coppola, hija de Stern y el también fotógrafo argentino Horacio Coppola. Fue la descendiente quien decidió ceder las piezas al IVAM tras la exposición de 1995 con los Sueños de Stern y, veinte años después, aseguraba ayer el director del IVAM, José Miguel G. Cortés, «siguen teniendo vigencia, por su lenguaje y su compromiso».

Había un esfuerzo reparador en los interlocutores del museo cuando presentaban a la protagonista, un acto de desagravio hacia una mujer «minusvalorada» (Cortés) casi hasta los sesenta, explicaba María Jesús Folch, conservadora del centro y comisaria de la exposición. Si parte de la cultura no la consideró hasta entonces fue precisamente por el carácter feminista de su obra, que desde sus inicios plantó cara a la sociedad patriarcal. La exposición comienza, de hecho, con un breve repaso (documental incluido) al trabajo que ella y su compañera Ellen Auerbach desarrollaron en la agencia de publicidad Ringl+Pit para desmontar los clichés femeninos del Berlín de los años treinta. Una película rodada por su entonces compañero Coppola „protagonizado por una chica de servicio„ presenta ya las ideas críticas contra el encorsetamiento social de las mujeres.

Sería más tarde y en Argentina, tras una salida forzosa a causa de la Segunda Guerra Mundial, donde Stern daría forma a su huella. Allí, tras la separación de Coppola, hizo de su casa «un centro cultural» por donde pasaban muchos de los intelectuales exiliados como ella misma. Unas leves pinceladas de su actividad en esos años, con algún retrato y fotografía arquitectónica, preceden al conjunto central de los Sueños, un extracto del más de un centenar de fotomontajes que realizó entre 1948 y 1951 para la revista Idilio, en la que ilustraba la columna El psicoanálisis le ayudará. En esas páginas, acompañando los textos de Gino Germani, Stern despliega su catálogo de imágenes críticas contra el rol de las mujeres como sujeto pasivo o de única función reproductora. Las composiciones, de un lenguaje contemporáneo, se sumergen en el mundo del psicoanálisis siguiendo las tesis de Jung del inconsciente colectivo.

De los montajes de Stern para Idilio solo sobrevivieron las copias que quedaron en el estudio de la fotógrafa rescatados para una exposición en 1956, y son, en definitiva, los que exhibe el IVAM. El resto pueden observarse junto a los textos originales de la revista en una pantalla interactiva en el centro de la sala. Es una de las funciones principales de los casos de estudio del museo, contextualizar a una artista que fue «una gran luchadora por la imagen de la mujer», como reivindicaba la propia Folch. La recuperación de su obra se antoja «esencial para enseñarla a las nuevas generaciones», apuntaba Cortés. Una breve muestra del estudio de las aborígenes en la región del Gran Chaco completa la exposición sobre una artista que expuso «la larga lucha por la igualdad y lo duro que es ser mujer», aporta Folch. De ahí su insultante vigencia.