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Crítica

Cantar sin palabras

Luis Fernández y Óscar Oliver

palau de la música (valencia)

De Roberto Gracía. Int. Luis Fernández Castelló (clarinete) y Óscar Oliver (piano). Obras de Saint-Saëns, Poulenc, Berg y Brahms.

Los cuatro compositores evocados en este recital (cinco si incluimos al Verdi de la propina) fueron grandes en el apartado vocal, y es más que probable que sus intérpretes, Luis Fernández y Óscar Oliver, hayan tenido esto muy en cuenta. Cantar sin palabras se llama la figura, como versatilidad la virtud de ajustarse a los respectivos estilos. Fascinó ya la visita al último Saint-Saëns, que recuerda Sansón y Dalila, su mayor éxito escénico, con la mirada de quien ya crea sólo para sí como quien escribe unas memorias íntimas. En la elegía (Lento) con que mira a la muerte conmovió particularmente el refinamiento con que el clarinete escandió sus serenas frases de pianissimo a piano pianissimo, un ámbito de intensidad, el más difícil, en el que Fernández se mueve con soltura admirable.

En el final de este francés como en el del siguiente, Poulenc, se comprobó que este clarinetista tampoco anda escaso de recursos a la hora de afrontar las demandas de máxima agilidad. Sin embargo, lo que de nuevo encogió los corazones fue la sensibilidad con que en su sección central (Très calme) se dio solución a la ambigüedad de un movimiento titulado Allegro tristamente y se entonó una Romanza con toda la exquisitez del autor de Diálogo de carmelitas condensada.

Las Cuatro piezas de Berg fueron otras tantas fotos fijas tomadas en mitad del camino que llevó a Wozzeck. Aquí el asombro lo produjo sobre todo la capacidad para dotar de expresión al cumplimiento de los múltiples requisitos tocantes al timbre y la articulación contenidos en estos microcosmos aún hoy desconcertantes para oídos no muy expertos. La tercera sonata de la noche, la Segunda de Brahms, confirmó tanto la riqueza del registro grave, la calidez del central y la ausencia de estridencia en el agudo puestas a contribución por un instrumento de viento manejado con acusada pericia en las tiradas largas, como la compenetración con un teclado que, por ejemplo en el pasaje de fusas alternantes del final (tercera variación), posibilitó la ilusión de línea única.

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