Libertad sin ira fue la última canción que sonó y fue la última curiosidad en torno a la Transición que Carlos Santos explicó: el grupo Jarcha la cantó, pero el tema no era suyo, sino que es el resultado de un encargo del editor Juan Tomás de Salas a los autores del Libre de Nino Bravo para la campaña publicitaria de lanzamiento de Diario 16 en 1977.

La historia es una de las muchas „más de las anunciadas en el título„ que integran el último libro del subdirector del programa No es un día cualquiera (RNE), 333 historias de la Transición.

Carlos Santos presentó este trabajo coral al que él pone rostro „ha recurrido a la memoria sobre aquella etapa de 54 personas, además de la suya, porque estaba ya en la trinchera periodística„ el pasado lunes en el Club Mercantil Diario Levante. El también periodista y escritor „y ahora diputado autonómico„ Fernando Delgado presentó el libro. El jefe de Cultura de Levante-EMV, Alfons Garcia, introdujo el acto.

Al vent, Cantares „«el disco de Serrat hizo más contra la dictadura que todas las manifestaciones», dijo„, Libre te quiero, pero no mía y hasta el Cara al sol fueron algunas otras de las canciones con las que Santos quiso trasladar al público el ambiente de los años del tránsito a la democracia en España. Al igual que el libro, la presentación se alejó de tonos solemnes para mostrar cómo vivió la gente de la calle aquella época.

El objetivo del autor es ese: subrayar que los protagonistas de la Transición fueron los 35 millones de españoles que habitaban el país en 1975 y no solo un puñado de políticos.

Fue un «vendaval imparable», en palabras de Santos, que comenzó más de un década antes de la muerte de Franco (o «el anterior jefe de Estado», como se dijo en la prensa durante aún bastantes años, evidenciando la permanencia del miedo).

¿Fechas de inicio? Se podría hablar de 1959, cuando llegan los primeros «hombres de negro», los representantes de los organismos financieros mundiales, que marcan un cambio de rumbo en la estrategia económica de la dictadura. O quizás 1962, el año de la huelga de los mineros de Asturias, que pone a rodar a Comisiones Obreras, y del contubernio de Múnich, que reúne por primera vez a vencedores y vencidos de la Guerra Civil. Poco después, en 1963, explicó Carlos Santos, se produce una anécdota significativa en Bucarest: Santiago Carrillo, líder comunista, abronca a los jóvenes locutores de Radio Pirenaica (Jordi Solé Tura, entre ellos) que pasan horas recitando los nombres de los ministros franquistas añadiéndoles el calificativo de «asesino» a cada uno de ellos por la muerte de Julián Grimau. Carrillo les afea la conducta porque «con algunos de esos ministros tendremos que pactar nosotros».

Santos fue así dejando migas para seguir el camino del libro, después de cuya escritura, confesó, ha mejorado su opinión sobre la Transición. Tuvo «más aciertos que errores», sentenció.

Si luego ha surgido desencanto a la política lo atribuyó a la responsabilidad de los ciudadanos, por una «cierta actitud pasiva a partir de los años 80» y la «bonanza económica».

En esa línea, Delgado señaló que hoy asistimos a un cambio [político] que no tiene nada que ver con el paso a la democracia. «Sin memoria no se avanza», zanjó. Y una buena dosis de memoria „sin nostalgia„ es el libro de Santos.