Agustín Fernández Mallo, pospoeta, nocillero, afterpop o renovador de la literatura española, la etiqueta que gusten porque ninguna es suya y a él le quedan lejos, regresa por sus fueros más líricos. Si decir lírico no es un insulto. No, no, dice el autor de la trilogía Nocilla. «¿Lírico? Quizá la expresión sí es más directa en este último poemario, es menos hermético».

Este último poemario es Ya nadie se llamará como yo (Seix Barral) e incluye además toda la poesía anterior de Fernández Mallo, de 1998 a 2012. Lo presentó ayer en la Librería Ramon Llull de Valencia en formato spoken word „como no podía ser de otra manera con el teórico y práctico de la pospoesía„, con textos, música y vídeo.

¿Será que el papel es poca cosa para él, hacedor de cortos y mitad del dúo Frida Laponia? «No es que sea poca cosa, pero no es la única cosa. Nunca he intentado transgredir, sino expresar mi mundo con las herramientas que tengo alrededor de modo natural y tranquilo», responde a Levante-EMV.

Antes de continuar con la no-transgresión, aclaremos que es la pospoesía, ¿una no-poesía? Nada de eso, afirma. «Es una manera de hacer poesía con lo que tenemos alrededor, leyendo nuestro entorno de manera transversal, donde está todo, del código de barras a los clásicos. Entiendo el tiempo como acumulación de cosas que se dan todas en el presente». O sea, que el primer neandertal y las imágenes contemporáneas están todas ahora y aquí.

Apareció el físico que escribe creación literaria, el que incluye como cita introductoria de Ya nadie se llamará como yo una de William Carlos Williams que dice que el movimiento del poema es un fenómeno de carácter más físico que literario. «El poema nunca ha de ser sentimentalista „se explica„, ha de ser una máquina perfecta de generar emociones. Cuando tiene elementos muy retóricos se convierte en un ejercicio de estilo».

¿Y qué dosis de provocación y rebeldía ha de contener la literatura para merecer tal nombre? De lo primero, no; de lo segundo, sí, responde. Veamos: «La provocación nunca me interesó. La provocación por sí misma es algo estéril y termina por no provocar nada. La literatura sí que ha tener un ansia de continua revolución de sí misma». Quiere decir con esto último que conviene buscar la cresta de la ola, los filos cerca del riesgo.

Él no lo dice, pero uno piensa en la experiencia de Fernández Mallo (A Coruña, 1967) con El hacedor (de Borges), Remake, libro que la editorial (Alfaguara) retiró de las librerias en 2011 a peticion de la viuda del escritor argentino. El sucedido no ha hecho perder al autor gallego su afición por Borges, «uno de los autores con los que he crecido y sigo creciendo».

Su trilogía Nocilla ha dado nombre a una generación de autores marcados por un acento renovador de la creación escrita. Le queda lejos, asegura Fernández Mallo. No el grupo, sino la etiqueta. «Nos metieron ahí y nos enteramos por los periódicos. Siempre lo he visto como algo lejano. Solo me interesan las obras y las mías están ahí». Y algo habrán aportado en la literatura española, dice, «si no, no estaríamos hablando». En el caso de que estemos hablando y al otro lado esté el poeta que ya nadie se llamará como él.