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Crítica musical

Otro «Mesías» a la antigua

Mesías

palau de la música (valencia)

De Haendel. Fleur de Bray (soprano), Claire Barnett-Jones (mezzosoprano), Gyula Rab (tenor), Timothy End (bajo), Coro Philharmonia y Orquestra de València. Director: Stefan Bevier. 18 de diciembre.

Tenía razón Antonio Gascó cuando en el programa de mano venía a decir que el Mesías admite muchos y muy diversos enfoques sin dejar de ser nunca él mismo. En eso estriba buena parte de su grandeza. El límite lo marca, como siempre y más en arte, la coherencia entre medios y fines.

Por tercer año consecutivo, la interpretación que por Navidad se ofrece en el Palau ha corrido a cargo de la orquesta residente. Ha vuelto a ser a ser a la antigua, esto es, moderna en cuanto a unos instrumentos y una articulación con los que hoy en día resulta prácticamente imposible encontrar una nueva grabación discográfica de alto nivel.

Junto a una plantilla orquestal de alrededor de treinta efectivos, en el Philharmonia se contó una centuria. No es nada a lo que de antemano Haendel habría hecho ascos. Menos aún teniendo en cuenta que la baza se jugó con todas las consecuencias y la lectura no se limitó, como por ejemplo la dirigida por Gómez Martínez hace quince años con nefastos resultados, a la traducción mecánica en sonidos de lo estrictamente anotado en la partitura.

Muy al contrario, Stefan Bevier introdujo un sinfín de modificaciones (las más conspicuas en las dinámicas de los acordes conclusivos) y en cuantas ocasiones se le presentaron propicias potenció con amplio gesto la grandiosidad sin evitar a toda costa el grito. Como el planteamiento se mantuvo firme de principio a fin y con resultados más que notables especialmente en la secuencia de coros de la segunda parte, no quedó otra que relajarse y la mayoría disfrutar, algunos aguantar.

Entre los solistas, fue el bajo quien mejor ajuste encontró entre intenciones y recursos. La soprano se movió con más gracia y aplomo en los demás registros que en el medio-alto y la mezzosoprano casi solamente en el grave. El tenor pasó el trámite con la voz permanentemente cubierta, de modo que se dejó a sí mismo muy poco margen para transmitir emoción. Llenó la sala un público con muchas ganas de aplaudir.

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