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Entrevista

Juan Genovés: "Presumo de ingenuo en un país en el que todo el mundo se las sabe todas"

El artista considera un «milagro» que el coleccionista de Chicago que compró «El abrazo» aceptara un trato con el Gobierno de Suárez para cambiarlo por otra obra suya

Juan Genovés: "Presumo de ingenuo en un país en el que todo el mundo se las sabe todas"

­Juan Genovés conserva una forma física y una voz, de tonos agudos, que no parece la de un señor de 85 años. Será porque trabaja con cada cuadro como si tuviera 20 años, dice, y porque continúa levántadose a las cinco de la mañana para pintar una obra que vende sin problemas por los cinco continentes. Lo cuenta con una sonrisa que parece esconder una parte de satisfacción y otra de pudor.

Hace más de media vida que se estableció en Madrid, aunque mantiene un contacto permanente con Valencia. El fútbol es la excusa. Genovés, nacido en el barrio de Mestalla en una familia de artesanos republicanos, enseña con orgullo el carnet de socio del Valencia CF. «Cada vez que juega me marcho allí y pasó unos días en el apartamento de El Perelló», cuenta desde su estudio en Aravaca, el mismo desde los años setenta. No pudo asistir al partido contra el Real Madrid, lamenta, por «el follón» de El abrazo, su icono de la Transición que el jueves fue colgado con honores en el Congreso de los Diputados.

¿Cómo ha vivido el traslado de «El abrazo»?

Me ha hecho mucha ilusión, porque siempre he pensado que la casa de todos los demócratas era el sitio para ese cuadro.

Pero el Museo Reina Sofía lo cede en préstamo por tres años renovables.

Sí, pero ese cuadro no lo compra el Reina Sofía, sino el Gobierno español antes de que existiera el museo, así que más bien debería pertenecer al Patrimonio Nacional. Felipe Garín puede dar fe.

Hizo la gestión él entonces, ¿no?

Era director de Bellas Artes durante el Gobierno de Adolfo Suárez y habló conmigo para saber dónde estaba el cuadro, porque entonces toda la gente se ponía en su casa el cartel que se hizo por la amnistía de los presos políticos. Le dije que lo había comprado un coleccionista de Chicago y estaba en Estados Unidos.

¿Qué pasó?

Garín me dijo si podía volver a España y le contesté que lo veía dificilísimo, pero insistió y lo envié a hablar con el director de la galería Marlborough en España [la firma internacional que continúa representando a Genovés] a ver si había posibilidades.

Y las hubo.

Hicieron el milagro, sí. Conozco a los coleccionistas americanos y si tienen una obra importante para un país no la sueltan. Entre ambos lo consiguieron. El director de la galería, que era muy amante de España, consiguió que aceptara el cambio por otro cuadro mío.

¿Sin más contraprestación económica?

Sí. Casi un milagro me parece, ya le digo.

Pero no acabaron ahí los problemas. ¿Cómo fue lo de la Ciudad Universitaria de Madrid?

El cuadro fue al museo nacional de arte contemporáneo que había allí, en la Ciudad Universitaria, pero dijeron que no se había recibido, pese a que todos los papeles estaban e indicaban que estaba allí.

¿Y dónde estaba?

Unos chicos de Comisiones Obreras que trabajaban en el museo revolvieron todo el edificio y lo encontraron escondido en una caja. Salió en la prensa en su momento y el cuadro se expuso. Estuvo dos meses y lo metieron en el almacén.

Y lo mismo pasó luego en el Reina Sofía: fue al sótano.

Y así han tenido cuarenta años escondido el cuadro, con todos los directores que ha tenido el centro. Me hace sentir vergüenza ajena por su especial falta de ética social. Mire, ese cuadro lo he pintado yo, pero pertenece a todos los demócratas y a todos los que luchamos contra la dictadura, porque significa todos los ideales de reconciliación de los españoles. No era a mí a quien ofendían con el trato a ese cuadro, sino a todos los demócratas. Pero si la gente no dice nada, yo no soy quien para decir qué hay de lo mío€ A ningún director le dije nada, pero creo que ahora el cuadro está en su sitio.

¿Se debería quedar en el Congreso de forma permanente?

Naturalmente. Con todos los derechos, porque es del Estado español. Y además, el Reina Sofíes es la casa de los amantes del arte contemporáneo, pero el Cogreso es la casa de todos los españoles. Lo que no puede es estar oculto como estos 40 años.

¿Se siente maltratado por el museo?

Bueno€ Tengo cuadros expuestos allí, pero la humillación que se ha hecho a todos los españoles con este cuadro es una vergüenza para todos los directores que ha tenido el museo€ Lo tengo que decir.

¿Qué le pasa a España con la cultura, con un IVA al 21 % y unos políticos que ni la mencionan en los debates electorales?

El 90 % de nuestros políticos son unos catetos, sin ninguna visión sobre la cultura. La preocupación por la enseñanza y la cultura brilla por su ausencia en este país.

¿El Genovés de 2016 es muy diferente del de 1976?

¡Con un montón de años más encima! Algo ha ganado uno, la experiencia, pero también ha perdido. Intento estar ahí, conservándome lo mejor puedo y, por ahora, las ideas y la ilusión no me fallan. Trabajo con cada cuadro como si tuviera 20 años.

Y fiel a las multitudes.

Es mi tema principal. Para mí no se acaba, porque cada persona que pinto es un punto en el espacio.

¿El individuo no le interesa?

Me interesa porque está en todos mis cuadros.Le cuento una anécdota: cuando expuse en el Centre del Carme una mujer se quedó mucho ante un cuadro, le pregunté y me dijo que se estaba buscando. Cada personaje que pinto, por muy pequeño que sea, intento diferenciarlo de otros. Es mi lucha, porque cada persona somos uno. Nunca he pintado un montón como multitud.

¿El compromiso de un artista decae? ¿Es hoy menos comprometido?

No. Podemos eligió un cuadro mío para su programa electoral. Me pidieron permiso y dije que estaba a favor de todo lo que sea libertad y bien para todos y en contra del amor de los políticos a sus asientos. En eso he estado toda mi vida. Oía el otro día sorprendidos a los ujieres del Congreso al ver a los nuevos diputados en zapatillas y sin corbata. Me ha dado una alegría, porque algo se mueve.

¿Entiende el arte sin compromiso?

Cada artista firma como un contrato con su tiempo. De una manera o de otra, el cuadro es un documento de su tiempo.

Su obra ha ganado fuerza cromática. ¿Es porque es más optimista pese a ser más viejo?

Hubo un momento en que todas mis pinturas eran negras. En los 60 era todo muy oscuro, pero yo siempre he sido muy optimista.

Desde fuera parece que lleva bien el paso de los años. ¿Es una falsa impresión y le agobia el tiempo?

No me agobia. Siempre digo que soy bastante ingenuo. Creo que hay que saber conservar la ingenuidad. En un país donde todo el mundo es tan listo y se las sabe todas cuando uno es ingenuo puede presumir de ello. Estoy contento de la ingenuidad.

¿Quizá por eso continúa pintando?

Yo me levanto a las cinco de la mañana y me pongo a pintar. Es el momento en que estoy más despierto y tengo menos miedo a no rendir. Hago todo lo posible para que del fondo de mí salga el subconsciente, la llave que abra el grifo de esa vida que llevamos dentro y no nos damos cuenta.

¿Y usted es frágil y vulnerable, como parecen los seres de sus cuadros?

Todo el mundo lo es. Todos tenemos nuestros puntos débiles, nuestros días€ Pero no tengo miedo a seguir. Mi abuela murió a los 102 años y eso me da mucho ánimo [ríe]

A los que puedan decir que su obra es repetitiva, ¿cómo les responde?

Que vean la obra toda junta, porque entonces se ve que cada cuadro es de una manera. Claro que todos los pintores pintamos el mismo cuadro, un mismo tema.

¿El mercado del arte es ahora más complicado para usted o se lleva bien con él?

Todo lo que voy haciendo se vende. Significa que a la gente le gusta. ¿Qué más se puede decir? En la última feria de Miami se vendió todo lo que envíe. Está bien que los cuadros se dispersen, que estén en China incluso.

¿Se siente bien tratado por el IVAM?

El IVAM no cuenta conmigo y yo no cuento con ellos [ríe]. No tengo relación ahora.

Sí la tuvo en los noventa.

Una exposición en 1992, pero a partir de entonces he tenido muy poca. No soy de pedir. Si me buscan, bien; si no, no pasa nada. Mi actitud es sacar adelante cada día cuadros. Una vez acabados los olvido y paso a otros. Todo lo que pido cada día es poder pintar.

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