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La Vía Láctea

Toca seguir bailando

Bowie ha muerto y desde ayer el mundo es más aburrido. Bowie ha muerto y el rock seguirá avanzando, pero ya no será igual. Bowie ha muerto, y lo único positivo es que los próximos días nos vamos a hartar de escuchar su música. Bowie ha muerto y otros a los que también llaman «artistas» no, hay que joderse.

El rock (permitidme la teoría barata) sobrevive gracias a dos dinámicas aparentemente antagónicas, pero ambas imprescindibles. Por una parte, están los inmovilistas, que se ocupan de que las esencias definidas por los padres fundandores (la mayoría de ellos negros o con patillas) se perpetúen en el tiempo gracias a modificaciones más o menos perceptibles. Por otra, están los evolucionistas, empeñados en sacar al rock de su simpleza para contemporalizarlo con otras artes.

Quizá Bowie sea el más llamativo de los representantes de esta segunda dinámica. Fue el el hombre (o extraterrestre) que indicaba un cuarto de hora antes lo que iba a sonar en el futuro, aunque siempre después de habérselo escuchado a otro menos conocido que él. Los hubo que fueron más revolucionarios „en el modernismo, en el rock espacial, en el glam, en el art-rock o en el nuevo romanticismo„, pero Bowie siempre se apañó para acabar enarbolando casi todas las banderas.

Sin embargo, y al mismo tiempo, era primitivo, esencial, mollar, parte del magma original del rock, no tanto en lo musical „que también, me escuchen algunos riffs del Ziggy Stardust, por ejemplo, y pasamos de discutir„ sino sobre todo en lo actitudinal. El rock como revolución generacional que en los 50 se hizo a ritmo de pelvis y en los 60 de flequillos, tuvo en los 70 forma de maquillaje, lentejuelas, estridencia, ambigüedad y llamadas a repudiar ya no a los padres sino también a los hermanos mayores. Y Bowie estaba ahí para encabezar esa revolución, con su teatralidad, sus provocaciones y su talento. Me escuchen ahora el All the young dudes que escribió y produjo para Mott The Hopple, y ahí sale toda esa revolución resumida en tres minutos.

En fin, David Bowie ya no está, ni tampoco David Jones. Pero siempre nos quedará el Mayor Tom, Ziggy, Aladdin Sane, el Duque Blanco, Lazarus y un montón de canciones, discos y momentos geniales. Así que, como él mismo ya cantó en 1980, cenizas a las cenizas. Toca calzarse unos zapatos rojos y seguir bailando.

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