La modesta ciudad de Faenza se convertiría, durante el siglo XVI, en el epicentro de una revolución estilística y tecnológica en el campo de la cerámica. Ese es el punto de partida de la nueva exposición del González Martí, que trata de abrazar en una serie de 200 piezas nada menos que cuatro siglos y todo un continente, para reflejar la evolución del estilo de vida europeo a través de los usos que sus ciudadanos han dado a este material multifuncional.

La muestra, dirigida precisamente por el Museo Internacional de Cerámica de Faenza, que en 2011 se llevó un reconocimiento de la UNESCO como lugar de culto de este material, cuenta con la colaboración de centros integrantes de un proyecto vertebrador que pretende mostrar la dimensión de la cerámica. Han sido doce museos los que han prestado su obra y cada pieza es representativa de un período histórico y social. Del estallido en Faenza a las nuevas formas surgidas en el XVII con la incorporación en la dieta de bebidas exóticas procedentes de Oriente y de América como el té, el café o el chocolate. La mayólica, la tierra de pipa o la reina desde el siglo XVIII, la porcelana, hacen avanzar a saltos la historia y muestran los diferentes planos en los que se ha ido adentrando el primigenio barro cocido, no solo un acompañante doméstico de los europeos sino, cada vez con mayor fuerza, un vehículo para la expresión artística.

La consolidación de la burguesía expandió el uso del material al tiempo que crecía el gusto por la decoración historicista y oriental, así como por los productos de origen japonés. Finalmente, la exposición refleja también la última gran explosión de la cerámica, desde los años cincuenta del pasado siglo, primero en las nuevas edificaciones tras la Segunda Guerra Mundial y después abriéndose paso a través de nuevos objetos de diseño. Hasta hoy día, cuando la cerámica se utiliza en campos como la medicina, estando presente también en aplicaciones eléctricas y mecánicas.