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Música crítica

La astilla que superó al palo

«Larghetto»

palau de la música (valencia)

María Rubio (trompa), Bruno Schneider (trompa) y Orquestra de Valencia. Director: Thomas Dausgaard. Obras de Mendelssohn, Chabrier, Haydn y Elgar.

15 de enero.

Mediadas la cuarta década desde su nacimiento en Alboraya y la segunda desde su incorporación a la Orquestra de València, María Rubio viene siendo últimamente noticia por sus colaboraciones con nada menos que la Filarmónica de Berlín. Si acaba yéndose, nos alegraremos por ella tanto como nos entristeceremos por nosotros, que perderemos a una magnífica solista de trompa. De momento incorporemos al posible recuerdo futuro esta actuación, de nuevo estupenda, en la que ha compartido estrado con el suizo Bruno Schneider, su maestro en Friburgo-en-Brisgovia a finales del siglo pasado.

De tal palo tal astilla, se suele decir en elogio o denigro tanto del padre o maestro como del hijo o discípulo. Cuando como en este caso es para bien, nada puede enorgullecer más a ambas partes sin demérito para ninguna que la constatación de la superación del palo por la astilla.

En el Larghetto de Chabrier dictó Schneider una lección magistral de tímbrica redonda y cálida sumada a un fraseo delicadamente moldeado. Pero vino luego el Doble atribuido a Haydn para que se admirara más aún, con la limpieza de sus ataques y picados como máximo exponente, la seguridad técnica con que María aplicó los vivos colores de su paleta sonora. ¿Se resintió en los unísonos el empaste? En absoluto, pues no se consiguió el de lo homogéneo sino, si bien se comprende el significado del término, el más difícil y más auténtico, el de lo heterogéneo, que seguramente alcanzó su ápice de eficacia en la cadencia irónicamente doliente del Minore en el risueño final.

Mucho gustó también la nueva visita del director danés Thomas Dausgaard. Antes de guiar con mimo el acompañamiento a los solistas, de la obertura La bella Melusina extrajo una lectura de sensible elocuencia narrativa, y luego encontró asimismo el tono inequívocamente británico, ora pomposo, ora circunstancial, para la Primera de Elgar. La orquesta respondió a todos sus claros gestos con la cohesión y la flexibilidad requeridas para que cada matiz encontrara fiel expresión.

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