Es 1969. Blanco y negro. Harun Farocki está solo en la pantalla y explica los efectos del napalm durante la guerra de Vietnam. ¿Cómo mostrar los daños que produce?, se pregunta. Coge un cigarrillo encendido y lo apaga sobre su propio brazo. El pitillo arde a 400 grados; el napalm, a 3.000. Es Fuego inextinguible, posiblemente la película documental, de 25 minutos, más celebrada del creador alemán nacido en territorio checo en 1944.

Farocki murió en 2014 de manera repentina, pero su legado no se extingue. Un considerable volumen de este, que incluye desde las películas militantes de los años sesenta hasta las últimas videoinstalaciones se puede ver desde hoy hasta el 22 de mayo en el IVAM.

Es la mayor retrospectiva presentada en España sobre el autor, afirma su viuda y colaboradora en los últimos años, Antje Ehmann, comisaria junto al director de la Fundació Tàpies de Barcelona, Carles Guerra, de este proyecto sobre el más rebelde, por inclasificable y fiel a sí mismo, de la generación posterior a la Nouvelle Vague francesa, esa que la crítica etiquetó como Nuevo cine alemán.

No falta Fuego inextinguible (1969). Puede verse en la primera parte del recorrido, una especie de prólogo para situar a Farocki. Allí están las portadas de Filmkritik, publicación de la que fue editor de 1974 y 1984. Y allí están seis cortometrajes «militantes» de la década de los sesenta del siglo XX, que nunca se habían presentado juntos, subraya Guerra. Todos son un grito encendido contra la guerra de Vietnam.

Aviso al visitante: no es una exposición para un simple paseo en busca del deleite estético. Harun Farocki dispara a las conciencias. Ofrece compromiso y reflexión, reclama un tiempo de atención y escucha.

Lo dicho no excluye la espectacularidad visual. En el centro de la galería 7, las imágenes de alta calidad que escupen grandes pantallas en la penumbra confieren un aspecto impactante al espacio.

¿Por qué Farucki para una de las exposiciones nucleares del IVAM en 2016? «Porque vivimos inundados de pantallas y Farucki nos dice que hay que desconfiar de las imágenes, que hay que cuestionar su sentido y aprender a mirar», se autocontesta el director del museo, José Miguel G. Cortés.

El IVAM arrancó el proyecto a principios de 2014 con Ehmann. La Fundació Tàpies se unió tras obtener Guerra la dirección. El catalán celebró ayer el giro de la institución valenciana, «que recupera vibraciones de otras épocas». Farucki, dijo, «pertenece a los mejores tiempos del IVAM».

Cortés avaló la muestra como «hecho cultural de primer orden» con el anuncio de la presencia esta tarde, en la inauguración, del embajador alemán en España.

Si alguien quiere buscar vías de conexión y coherencia interna, habría que pensar en Martha Rossler, protagonista de una exposición en 2015. En ambos está la reflexión sobre el poder «perverso» de las imágenes.

La guerra y la violencia son las obsesiones perdurables de Farucki, que yuxtapone videojuegos „usurpadores del papel del cine como medio de representación visual„ e imágenes reales de la Guerra de Irak en sus últimas instalaciones: tecnología, política y muerte tan real como la construida sobre miles de píxeles, las células del siglo XXI.