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Música crítica

¡Vaya par!

Enrique Palomares

e Iván Balaguer

palau de la música (valencia)

Int. Enrique Palomares (violín), Iván Balaguer (violonchelo) y Orquestra de València. Dir. Yaron Traub. Obras de Gerhard y Brahms.

La sana política de convertir los primeros atriles de la Orquestra de València en solistas (ojalá también se recupere pronto la aún más beneficiosa de formar grupos internos de cámara) se ha aplicado por segunda semana consecutiva y de nuevo con un gran éxito como resultado. Lo lograron Enrique Palomares (Cullera, 1973) e Iván Balaguer Zarzo (Valencia, 1975), que en la segunda parte ocuparon el primer plano del estrado con un Doble de Brahms de admirable calidad interpretativa.

De los muchos momentos asombrosos que se sucedieron, el primero en el tiempo lo aportó naturalmente Balaguer con una entrada cuya enorme intensidad no fue en perjuicio de la sutileza en el manejo de la paleta cromática. Vino luego Palomares para convertir el par (¡y vaya par!) en pareja tan capaz de dialogar entre sí con intimidad camerística como de afrontar a pie firme los embates orquestales en los movimientos extremos. Acabó de justificar la definición de la obra por Malcom MacDonald como «la fusión más perfecta de dinamismo sinfónico y ardor lírico» la sensible dirección aplicada por Yaron Traub a un acompañamiento que sobre todo en el Andante bien pudo calificarse de sensual por los paralelismos insinuados con los Intermezzos para piano o incluso de los movimientos centrales de la Tercera sinfonía.

En fechas de conmemoración cervantina como estas había resultado muy oportuno el anuncio del ballet Don Quijote de Robert Gerhard. A la hora de la verdad hubo que conformarse con sus Danzas, sólo parecidas al original pero donde destacaron las elocuentes intervenciones de un pianista cuyo nombre lamentablemente no se consignaba en el programa de mano.

Se añadió en compensación una Segunda serenata de Brahms de adecuada atmósfera otoñal general „la partitura así lo pide con su exclusión de violines, trompetas y timbales„, en la cual gustaron mucho las intervenciones de los trompistas María Rubio y Juan Ramón Gassó en el Adagio y que en el Quasi menuetto hizo respirar aromas feéricos de sugerencias casi mendelssohnianas.

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