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1.100 florines por la Biblia de Aviñón

El técnico del archivo de la catedral de Valencia Juan Ignacio Pérez Giménez expone cómo llegaron a la Seo los 22 volúmenes que componen una de las joyas de su fondo - El obispo Hug de Llupià las compró al marchante Llop Martínez en abril de 1426

1.100 florines por la Biblia de Aviñón

La Biblia de los papas, de los antipapas si se quiere, representa uno de los grandes tesoros de la biblioteca catedralicia valenciana. Tras años de estudio, el técnico del archivo Juan Ignacio Pérez Giménez ha atado algunos cabos sueltos que quedaban en la llegada de esa obra colosal de 22 volúmenes desde la biblioteca pontífica de Aviñón, hogar de los papas cismáticos „el término antipapa está sometido a revisión„, y ayer expuso sus conclusiones en el marco de las conferencias de Arte y cultura sobre Patrimonio de la catedral de Valencia, impulsadas por la Academia de Bellas Artes y El Corte Inglés.

En la ponencia, en la que salieron a relucir otras joyas de la biblioteca como una Biblia de San Vicente Ferrer de finales del XIII o transcripciones del historiador judío Flavio Josefo elaboradas en el siglo XI, el investigador trazó el viaje desde Aviñón a Valencia de la famosa Biblia que perteneció, entre otros, al Papa Luna.

Empezando por el final y según ha podido descubrir Pérez Giménez, la obra fue adquirida por la catedral de la Seo en abril de 1426 a través de un intermediario, el marchante valenciano Llop Martínez, por 1.100 florines de Aragón. Por aquel entonces era Hug de Llupià el obispo inquilino de la catedral y quien realizaría el encargo, en un momento en que Valencia se había convertido en un gran bazar de la obra de los papas de Aviñón. «Hasta doscientos volúmenes se vendieron aquí en un momento de extrema debilidad para los cismáticos», explica.

Eran aquellos los momentos crepusculares de los pontífices que rompieron con la iglesia católicade Roma en el siglo XIV. «Estaban perdiendo apoyos de todas las monarquías y por lo tanto potencial económico, y los gastos de representación para mantener su legitimidad eran altos», abunda el investigador. Se refiere sobre todo a Benedicto XIII, el Papa Luna, quien se había llevado consigo al castillo de Peñíscola los fondos bibliográficos de Aviñón cuando se vio forzado al exilio. No sería él sino su sucesor Clemente VIII quien acabaría vendiendo a la Seo la monumental Biblia.

La valía de los manuscritos

Los epítetos que acompañan a esta obra tienden a la hipérbole. ¿Son justificados? «Realmente es una joya por varias razones: las enormes dimensiones (45x30 cm. y 400 folios de pergamino cada tomo), las miniaturas que acompañan el texto o el hecho de que fuera pagada por dos papas, Clemente VI e Inocencio VI», explica Pérez Giménez. El códice es una transcripción del siglo XIII de la obra que realizaron los dominicos Nicolás de Gorrán y Hugo de Sancto Caro, «dos eminencias en teología, profesores en París».

Esta Biblia comentada no se limita a presentar notas en los márgenes del texto o a pie de página, sino que ofrece largas digresiones tras cada pequeño segmento de las Escrituras e hizo fortuna incluso varios siglos después de su primera publicación. Sobre las iluminaciones que acompañan a los textos, de una factura depuradísima, apunta que estuvo a cargo de miniaturistas que habían trabajado para la corona francesa.

Quedan pistas por seguir en los orígenes de esta Biblia, pero de su viaje a Valencia ya están casi todos los fragmentos del puzzle.

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