En el reino de los mercados son raros los casos de fidelidad absoluta entre un escritor y un editor. Uno de ellos es la relación entre Rafael Chirbes y Jorge Herralde, editor de Anagrama y uno de los últimos históricos del sector del libro que continúa en activo en tiempos de imperio del best seller.

No es un caso único en su trayectoria, recuerda el lletraferit barcelonés, que también acompañó a Roberto Bolaño (Los detectives salvajes, 2666, entre otras) desde los inicios hasta el día de su muerte en 2003. «Son dos casos ejemplares de escritores que sin renunciar a la exigencia ni buscar el aplauso fácil llevaron a cabo una obra finalmente reconocida», explica a Levante-EMV con voz pausada y firme.

Herralde apadrinó ayer tarde en la FNAC de Valencia la presentación de Paris-Austerlitz, la novela póstuma de Chirbes (Tavernes de Valldigna, 1949 -Beniarbeig, 2015), en un acto en el que participaron el profesor de la Universitat de València Javier Lluch y el también escritor Alfons Cervera.

¿Se producirá también un fenómeno Bolaño con Chirbes? El chileno renacido en Barcelona ha visto cómo después de muerto se publicaban dos novelas suyas. «No creo „afirma el editor„, porque de Bolaño han estado saliendo una serie de libros alguno de los cuales él había descartado por insuficiente. Chirbes rompió muchos papeles en los últimos días de su vida precisamente para que no sucedieran estas cosas».

Lo que quedan son 4.000 folios „así lo afirmaba el sobrino del escritor el pasado domingo en este diario„ en cuadernos a modo de diario que fue acumulando durante años y que, en los últimos años, estuvo pasando a limpio en el ordenador, apunta Herralde.

«La novela más acabada»

El albacea literario nombrado por el propio novelista está estudiando ese material para decidir qué hacen. «Que yo sepa solo está eso y un cuento de unas 40 páginas que publicó una institución y que posiblemente recuperemos. Creo que no hay nada más».

Por ahora, parte de la crítica ya ha levantado cierta polémica con Paris-Austerlitz, al entender que se trata de una novela inacabada.

Herralde responde a esos comentarios «alegres»: «Es un falso debate, porque diría que es la novela más acabada de la historia de la literatura».

Se explica. El autor la empezó en los años 90, le mandó un manuscrito a final de esa década que le gustó mucho, decidió luego no publicarla „«mi hipótesis es que le incomodaba, pero sentía que tenía la obligación de hacerla.», añade„ y en marzo de 2015 le dijo que la estaba terminando. En abril le envió un primer texto, que paró luego, y en junio, el definitivo, con solo ligeros retoques estilísticos.

El enigma que permanece es si sin la certeza de la muerte habría publicado una obra tan personal que algunos han visto como una confesión sexual, algo que no era nuevo tampoco, porque en su primera novela, Mimoun, la homosexualidad ya estaba muy presente.

Herralde argumenta que el primer semestre de 2015 fue de los más felices en la vida de Chirbes. «El primer síntoma de un posible cáncer fue a mediados de julio y en agosto le avisan de que es fulminante, sin cura, y se dejó morir. . Fue un lunes y el sábado siguiente moría». Era 15 de agosto.

Los homenajes tardaron, pero llegaron, para un escritor solitario y «a contrapelo», productor en la euforia de la movida y la burbuja económica de «textos incómodos para sus antiguos compañeros de la izquierda», de modo que «no logró el reconocimiento del público hasta la España de los indignados». Eso fue ya con En la orilla, la última novela que vio publicada.