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Crítica musical

Resultados ambiguos

Debutó en el Palau el pianista y compositor turco Fazil Say (Ankara, 1970), igual de inclasificable en ambas facetas. Y en ambas, casi inevitablemente, la impresión resultante bien podría calificarse de ambigua.

La Camerata de Salzburgo comenzó interpretando su Sinfonía de cámara op. 62, estrenada el año pasado. Inspirada en el acervo folclórico de Estambul, de llamativo sabor gitano en la danza rápida evocada en su tercer y último movimiento, el primero comenzó citando, por poco no literalmente, una frase del Mandarín maravilloso de Bartók, luego hubo algún ritmo y alguna modulación melódica que recordaron el pasaje más famoso de la Quinta sinfonía de Nielsen, y acabó dando la sensación global de hallarnos ante un Néstor Piazzola turco. Vino a continuación el Concierto para piano nº 12 de Mozart, donde Fazil exhibió, resaltada por las raras posturas que adoptaba frente al teclado (tumbándose lateralmente con el rostro vuelto hacia el público o hacia el acompañamiento), técnica fácil pero lastrada por una pulsación ruda y una musicalidad consiguientemente tendente a la trivialización. Algunos al menos pensamos que Mozart puede ser todo lo alegre y optimista que se quiera, pero nunca superficial.

Tras el descanso, tampoco de la Sinfonía nº 29 del salzburgués se llegó a extraer todo el jugo posible. En una partitura en la que sólo tres compases (en el Minueto) se indican forte fortissimo mientras el resto simplemente alterna entre forte y piano, la introducción de cualquier otra intensidad hace de menos al genial compositor. En esta ocasión, la insistencia en el pecado rayó en la contumacia.

Volvió a comparecer Say para concluir el programa anunciado protagonizando su Ruta de la seda, obra para piano y orquesta que ya en 1997 trataba de fundir los idiomas musicales occidental y oriental con toques nuevamente de Bartók, pero también de Stravinsky y Cage. Lo prolongó con una improvisación que bien habría podido firmar Richard Cleyderman. El público, que por una vez en mucho tiempo, no llenó todo el aforo, aplaudió con más calor del que por lo dicho cabría esperar.

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