Su estudio es su templo y palacio. Allí tiene un columpio, al que llama «el pensador». «Ahí me vienen muchas de las ideas», explica la artista de Jaén afincada en Valencia. Su pasión por el arte le llegó a los 10 años, cuando pintó una «Inmaculada». «En el colegio me llamaban 'la Murillo'», explica divertida. Algunas décadas después, asegura que pintar es su «misión» y su «pasión». «No puedo dejar de hacer lo que hago», dice. «Lo haré hasta morir». b. j. valencia